Los nuevos pueblos mágicos de Yucatán

 

José Antonio López Sosa

MÉRIDA, YUCATÁN.- Tuvimos la oportunidad de visitar los dos pueblos recién nombrados como «Pueblos Mágicos» en esta entidad, ambos con historias y con gran oportunidad de crear y perfeccionar productos turísticos, aunque no termina de ser claro el procedimiento para obtener dichos nombramientos a nivel federal.

Primero fuimos a Sisal, el legendario puerto maya que a finales del siglo XIX se utilizó para exportar los productos del henequén, los tiempos en que la riqueza llenó las arcas de la denominada «casta divina» en la península.

Los productos de naturaleza en los alrededores son prometedores, hace falta infraestructura y capacitación pero representan un área de oportunidad para la población local, de cambiar la pesca por el turismo en algunos casos y de captar un mayor número de divisas.

La infraestructura urbana está en obras, apenas se remodela el puerto y las calles principales. La antigua aduana luce abandonada y no hay aún un museo que muestra la riqueza histórica de Sisal.

Se habla de inversión turística en el municipio, de hecho visitamos un lujoso hotel, Club de Patos, propiedad de Alejandro Legorreta que parece ser el principio de este vuelco turístico -sin la depredación ambiental- en Sisal.

Después fuimos a Maní, el pueblo donde Diego de Landa mediante su auto de fe, quemó los códices mayas en el Siglo XVI. Un casco histórico muy bien arreglado, el ex convento de San Miguel Arcángel, su iglesia principal y sus calles aledañas dan cuenta de un rincón que combina la arquitectura española en la península de Yucatán con la herencia maya de las casas originarias y su tradición gastronómica, lingüística y religiosa, producto del sincretismo luego de siglos de convivencia.

Conocimos a varios productores artesanales de miel de abeja melipona, uno de ellos integrado en una cooperativa exclusivamente de mujeres yucatecas, convirtieron la elaboración de miel en un producto turístico donde podemos conocer de cerca la historia de las meliponas, la importancia para los mayas y la responsabilidad de lograr su supervivencia en pleno siglo XXI.

Comimos con Doña Clotilde, una cocinera tradicional apoyada por el Fomento Cultural Banamex, en cuya casa se pueden recibir comensales (como un restaurante de una sola mesa) para descubrir los auténticos ingredientes y sabores yucatecos, más que para comer, para vivir una experiencia auténtica con una de las cocineras que heredó el conocimiento ancestral de la región.

Cada uno de estos pueblos tiene su propia magia, sus áreas de oportunidad, sus carencias y sus logros. Ambos pueden detonar el turismo como fuente principal de ingresos mediente programas de ordenamiento y capacitación, pero sobre todo, mediante el financiamiento –que el gobierno federal no otorga– público y privado.

Esperemos el próximo año, ver el desarrollo de ambos en todos los ámbitos del turismo estatal y regional.