PULSO POLITICO. La degradación política en México

Gabriel Sánchez Andraca

¿Cuándo empezó la degradación política que estamos viviendo en México? Se inició en el año 2000, cuando al partido “de la gente decente· “al partido que pugnaba por la educación católica en las escuelas oficiales”; al partido que acusaba al PRI de ineficiencia y corrupción, se le ocurrió, traer a México la llamada “guerra sucia” con Vicente Fox como candidato a la presidencia de la República e importando a un especialista, en ese tipo de “guerra”, de España.

La guerra sucia es desprestigiar al adversario político con todas las armas sucias que se tengan a la mano: inventando chimes, haciendo correr rumores falsos, meterse en la vida privada de candidatos, funcionarios de gobierno o dirigentes políticos e involucrar a familiares y amigos en todo ese merequetengue.

La guerra sucia se inició pues con el primer gobierno panista de la historia, y continuó, se intensificó y se asentó en nuestro país, en el segundo gobierno de ese partido, con Felipe Calderón al frente del país, quien tuvo como asesor, cuando fue candidato, al mismo sujeto traído de España, solo que ya con la nacionalidad mexicana, “que se ganó a pulso”.

Ahora la “guerra sucia” ya cobró carta de naturalización en nuestro país. Todos o mejor dicho, la mayor parte de los políticos se sienten en la necesidad de recurrir a ella y desgraciadamente ya se llega hasta el asesinato.

LAS ACTUALES CAMPAÑAS ELECTORALES DE todos los partidos políticos, están mostrando hasta qué punto ha llegado la descomposición en nuestro medio político. Si usted observa los noticiarios de radio y de televisión, especializados en información política, parecen noticiarios de nota roja y no política.

Y es que los partidos en gran parte, han sido copados por oportunistas que quieren conquistar una posición de poder a como de lugar y sacar el mayor provecho económico posible, de esa posción.

Los mismos partidos han propiciado todo esto al abandonar sus ideologías iniciales, al ser “prácticos” y recibir a todo ciudadano, sea quien sea, como miembro de esa organización. Los partidos sin ideología, sin estructura, sin organización, van a caer forzosamente en la división interna, en la indisciplina, en la corrupción y en la total ineficiencia para ejercer gobierno.

En tiempos de Felipe Calderón, esto hay que tenerlo muy en cuenta, la Seguridad Nacional, el titular de la Secretaría encargada de cuidar la seguridad de los ciudadanos mexicanos todos, la que combatiría al crimen organizado y no organizado y tenía la obligación de enfrentar a la violencia, fue un miembro de esos grupos violentos y no de cualquier grupo, sino del más poderoso, el del Chapo Guzmán. Ahora Genaro García Luna, el ex funcionario mexicano y el Chapo, están presos en los Estados Unidos, acusados de tráfico de drogas y de innumerables crímenes.

Cómo no van a estar hundidos los partidos políticos mexicanos, si desde hace varios gobiernos se propició la descomposición social y política del país, al grado de ya no saber si los delincuentes de adentro, eran peores o mejores que los de afuera.

Nuestra colega María de los Angeles García, escribe en su columna “De poder a Poder”, del sábado en el Sol de Puebla: “Estas elecciones no son solo las más grandes por el número de posiciones en juego, sino además, las más difíciles y con el lado más oscuro que recordemos”. Totalmente de acuerdo.

Cualquier intento que se haga o se pretenda hacer, para enfrentar esta situación, deberá tener en cuenta forzosamente, la reforma interna de los partidos y el problema más grave a enfrentar, es que los líderes de esas organizaciones carecen de gente capaz para ello, no tienen liderazgo y muchos de los que lo tienen son ahogados por la mediocridad imperante, por la ola de oportunistas que los han invadido.

Las autoridades electorales deberían ser las que exigieran, con seriedad y energía a todos los partidos a que si no pueden ser “escuelas de política” como planteó el fundador del PAN, Manuel Gómez Morín, en 1939, por lo menos sean escuelas de civismo y de historia de México.

Tienen un arma extraordinaria para hacerlos entrar en razón: “las prerrogativas” como ellos les llaman a los subsidios millonarios que reciben de los gobiernos federal y estatales. O se organizan bien y dan resultados, o se les suspenden los millones que reciben anualmente para que “trabajen”.