El ejemplo de Guatemala

 

José Antonio López Sosa

 

Lo que vimos la noche de este domingo en Guatemala, como producto de un largo proceso donde se intentó desestimar los resultados electorales que culminaron con el nombramiento de Bernardo Arévalo, es uno de los riesgos que se corren en América Latina en términos democráticos.

Nuestras frágiles democracias se interpretan y reinterpretan al gusto del político en turno, en campaña o en proceso de impugnación. Pareciera que cuando la gente piensa como el político o el partido, estamos en un ambiente democrático, pero cuando esa misma gente piensa distinto de inmediato se recurre a la deslegitimación, descalificación e incluso la censura en materia electoral y legal.

Mientras no asumamos que parte de la democracia es coexistir entre ideologías y posiciones distintas y que, el resultado electoral es uno —nos guste o no— y que la diferencia de un voto, marca un triunfo o una derrota, no estaremos a la altura de los tiempos democráticos que estamos persiguiendo.

Lo que ocurrió el Guatemala no debe suceder en ningún país de la región, una fracción del poder político y poderes fácticos que pretendían impedir la asunción a la presidencia de un candidato ganador. Afortunadamente la presión internacional coadyuvó para que el estado de derecho prevaleciera, con la notoria ausencia del presidente López Obrador, quien debió estar presente tan solo por la proximidad geográfica que nos supone Guatemala.

Si seguimos por el continente nos damos cuenta de la disfuncionalidad democrática que tenemos, el caso de Nicaragua con un régimen en manos de una persona que se opone rotundamente a la democracia; el caso de Venezuela con un régimen que no quiere elecciones libres y democráticas; el caso de Cuba donde el poder político pareciera monárquico con elecciones maniqueas. ¿Hasta cuándo nuestra América Latina seguirá careciendo de una democracia de hemisferio que permita cambios de regímenes sin consecuencias de ningún tipo?

Lo que ocurrió en Argentina es un ejemplo de civilidad, nos guste o no Miley, nos guste o no Fernández y el peronismo, el hecho que el voto ciudadano decida en un sentido o en otro, es una garantía que los valores democráticos —por lo menos en el ascenso al poder prevalecen. ¿Que los electores se equivocan?, definitivamente en muchos casos, pero eso no se determina hasta que una administración concluye y es parte de la democracia electoral, que es preferible tenerla a necesitarla, como la necesitan Nicaragua, Venezuela y Cuba.

Guatemala siembra un precedente de lo que no debe ocurrir y de cómo, lograron salir adelante en una coyuntura compleja.

 

JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SOSA