*Los hechos sucedidos antes y después de su fallecimiento el 9 de agosto de 1986
Por Raúl Torres Salmerón
Reconocido por tirios y troyanos, a lo largo de la historia moderna de Puebla, el Profesor Jorge Murad Macluf, Alcalde de Puebla Capital en el trienio 1984-1987, ha sido el mejor desde mediados del siglo pasado y el actual.
Incluso, no llegó en las mejores condiciones políticas. En tiempos del viejo sistema y del PRI, ganó la elección en contra del entonces panista el ingeniero Ricardo Villa Escalera, en medio de escándalos, denuncias y señalamientos de un gigantesco fraude electoral.
En un momento dado, en virtud del escándalo estatal y nacional, el entonces Gobernador Guillermo Jiménez Morales, estuvo a punto de aceptar la creación de un Concejo Municipal.
El inicio de su gobierno fue entre recriminaciones de algunos sectores e insultos ciudadanos, al grado de que muy a la poblana, la gente cuando caminaba Murad en las banquetas del Centro Histórico, se cruzaban la calle.
El éxito de su gestión se debió a que una vez ganada la elección, se dedicó a planear con su equipo de campaña y con los funcionarios que iban a ser nombrados, un ambicioso plan para sentar las bases de la Puebla Moderna. Cuando lo enterraron en el Panteón Valle de los Ángeles, miles de poblanos le aplaudieron al paso del féretro del Palacio Municipal hasta su morada en la Rotonda de los Poblanos Ilustres de ese camposanto. Una escena nunca vista en Puebla.
La administración de Murad pasó a la historia como la mejor por las innumerables obras realizadas, la Central de Abastos, la Central Camionera, el reordenamiento comercial que incluyó desalojo de ambulantes y el rescate del atrio de la iglesia de Santo Domingo, del Centro Histórico y el mercado La Victoria, la construcción 7 mercados y el reconocimiento de la UNESCO que declaró a Puebla como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1987.
La siembra de miles de árboles, construcción de avenidas, solución al problema del agua potable y reorganización de la los Bomberos que en ese tiempo dependían del Ayuntamiento, reforzamiento con motocicletas de la Policía Municipal, audiencias públicas semanales, pavimentación de cientos de calles, funcionamiento de las fuentes de parques, mejoras a servicios públicos como limpia, alumbrado, drenajes y alcantarillado, además de realizar de manera constante giras por la ciudad los sábados y los domingos.
A 36 años de la muerte del Profesor Murad, hay que dejar constancia de los hechos sucedidos antes de su fallecimiento, la madrugada del sábado 9 de agosto de 1986. El viernes 1º de agosto de ese año en la madrugada se realizó el desalojo de los miles de vendedores ambulantes que tenían invadido el Centro Histórico, con el apoyo del Gobierno del Estado y las fuerzas del orden.
Ese día, ordenó al Secretario Particular Héctor Méndez Arroyo cancelar las audiencias y giras de la semana siguiente para dedicarlas a tener reuniones con sus funcionarios y observar el desarrollo del reordenamiento comercial, así como tomar las medidas del caso.
El lunes 4 de agosto al llegar a la oficina del Presidente Municipal, dispuso que no quería recibir a ningún funcionario y se puso a despachar asuntos pendientes, principalmente a firmar las cartillas del Servicio Militar Nacional pues tenía muchas pendientes.
Esa mañana llegó el ex Regidor del Partido Socialista Unificado de México del trienio anterior, el dirigente izquierdista Raúl Blázquez Gárate y pidió ver al Alcalde. Con anterioridad, el Profesor Murad había dado la indicación que Blázquez Gárate, podía verlo a la hora que fuera y con quien estuviera.
Estuvieron en gran plática de las 9 y media de la mañana hasta la una de la tarde, cuando ingresó el despacho Héctor Méndez para que el alcalde firmara un cheque, pues los bancos cerraban a las 2 de la tarde, se suscitó el siguiente diálogo:
– “Don Héctor, me asusta lo que está diciendo el Maestro, dice que se va a morir”, le comentó con sorpresa Blázquez.
– “Claro que todos nos tenemos que morir y el único que va a estar junto a mi va a ser este muchacho”, respondió con su voz grave el Profesor Murad, vio a Héctor Méndez y al voltear a su lado izquierdo donde se encontraba con el documento para la firma, con el puño derecho le dio un fuerte golpe en el hígado que lo hizo doblarse.
– “Claro que sí Maestro, usted sabe que en las buenas y las malas yo estaré siempre”, respondió adolorido Méndez Arroyo.
Después salió Blázquez del despacho del Presidente Municipal, quien fue Regidor en el trienio anterior con el Presidente Municipal Victoriano Álvarez García de infausta memoria, donde se popularizó el lema Puebla te Recibe con los Baches Abiertos y le comentó:
– “Don Héctor, estoy realmente preocupado por lo que me dijo el Maestro, le recomiendo que lo cuiden mucho. Hay problemas por el desalojo de vendedores ambulantes y con su dirigente Simitrio, además de la sucesión del Gobierno Estatal, que ya está definida en favor de Mariano Piña Olaya, pero los rumores entre políticos es que Jorge Murad era el mejor candidato”.
De inmediato, Héctor Méndez llamó a Francisco Macip, Jefe de Ayudantes del Alcalde, un experimentado Agente de la entonces llamada Policía Judicial del Estado, quien tomó como medida asignar una auto escolta, medida llamada “campanita”, pero Murad siempre rechazó ese tipo de medidas.
De manera constante, los días lunes, miércoles y viernes, el Alcalde salía después de cenar en su casa y manejaba un coche Atlantic color crema de la empresa Volkswagen, igual a los que se habían adquirido para los principales funcionarios. No era ostentoso.
Acompañado del Secretario Particular recorría la ciudad y Héctor Méndez anotaba la existencia de fallas en los servicios públicos como baches, montoneras de basura que en esa época era muy común hasta que se regularizó el servicio de Limpia, lámparas del alumbrado público apagadas, fugas de agua, mismas que eran reportadas a las oficinas correspondientes para su corrección.
El miércoles 6 de agosto por la noche al iniciar el recorrido, a las pocas cuadras Murad frenó de momento, se bajó del auto y Méndez atrás de él, a confrontar a las personas del auto que los seguía y cuando supo que eran los muchachos que Macip había ordenado que lo cuidaran, educadamente los invitó a que se fueran a descansar.
Luego del recorrido llegó a su casa. El jueves Murad dictó instrucciones a la Particular para invitar algunos amigos para que lo acompañaran el sábado siguiente a un día de pesca a las lagunas de Alchichica, San Miguel Tecuitlapa y La Preciosa, por la zona de Ciudad Serdán. La recomendación en especial fue recordar y reiterar la invitación al General Maurilio Falcón Flores, Comandante de la XXV Zona Militar.
Los preparativos para el viaje estaban listos desde el jueves, como lanchas, tanques de gasolina y personal de apoyo. A las 8 de la noche del viernes 8 de agosto, luego de varias reuniones con funcionarios sobre el tema del reordenamiento comercial despidió a todos los funcionarios.
Héctor Méndez le comentó al Presidente Municipal, que era bueno retirarse a dormir, pues la salida al sábado a pescar, uno de los deportes que más quería y practicaba Jorge Murad, era a las cinco de la mañana.
Con su voz grave el Alcalde le dijo: “Te espero a las 10 de la noche para el recorrido”. Héctor Méndez le replicó: “Maestro, tenemos que salir a las cinco…”. Bastó solo una mirada para acatar la orden. Molesto, el Particular se retiró y pensó no llegar temprano, pero debido a las circunstancias del desalojo y al sentido del deber, llegó poco después de la hora fijada.
«Pensé que no vendrías», le dijo el Profesor, pero contestó: “Aquí estoy”. Luego de salir de su domicilio y antes abordar el auto, Murad estaba muy nervioso y pensativo, era un fumador empedernido el Alcalde quien encendía un cigarrillo, pero luego de dos o tres chupadas, lo tiraba y extraía otro de la cajetilla marca Raleigh.
– “¿Pasa algo, Maestro?” soltó a bocajarro Méndez. La respuesta lacónica fue: “Mañana te cuento, solo presiento como si alguien nos estuviera esperando en la esquina”. (Continuará).
En fin, como dicen las Coplas de Jorge Manrique (España, 1440-1479), a la Muerte de su Padre:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
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