Prohibir o no prohibir los alimentos chatarra

José Antonio López Sosa

 

No podemos negar que, tanto legisladores como gobiernos a lo largo de nuestra historia han favorecido a las refresqueras, a empresas de golosinas como Bimbo, a empresas que elaboran jugos con altos contenidos en azúcares y así, podríamos enlistar una serie de corporaciones nacionales y trasnacionales, que han encontrado en México un buen mercado para comercializar sus productos.

 

El resultado es que somos el país con mayor índice de obesidad infantil, que la diabetes, obesidad e hipertensión han sido crecientes en los últimos cincuenta años y que, no ha habido información precisa y menos aún, educación en el tema de la alimentación.

 

Sí, hay lugares en Chiapas y la sierra de Oaxaca donde es más fácil encontrar una Coca-Cola que agua potable para beber, también hay que tomar en cuenta la cantidad de gente en pobreza y pobreza extrema para quienes resulta más accesible (por conveniencia y economía) comprar un «gansito» o unos «choco-roles» que algún alimento saludable. Sin lugar a dudas son muchas variables y definitivamente no todo es responsabilidad de los fabricantes y distribuidores de estos alimentos.

 

La responsabilidad es del estado mexicano, que no ha educado ni informado a la población de las consecuencias de beber refresco a todas horas (somos el país con más consumo de refresco en el mundo), que ha preferido dejar que Coca-Cola llegue a los lugares más recónditos antes de garantizar el acceso a agua potable a esas personas, que ha permitido libremente la venta de golosinas en las escuelas públicas y privadas, que ha permitido que se asocien dibujos animados a productos de comida chatarra. Quizás por omisión, o tal vez por complicidad, pero las consecuencias son estas: un país con desnutrición y mal nutrición.

 

Ahora bien, ¿es bueno o malo que se prohiba la venta de estos productos a menores?. Definitivamente la prohibición genera corrupción, el que hace la ley hace la trampa. Quizás la prohibición sí es prudente en las escuelas, pero más que prohibir hay que concientizar a la población, lo del etiquetado me parece prudente pero insuficiente.

 

Se debe explicar con claridad por qué es dañino tomar refrescos, si nadie lo explica y tenemos en la televisión decenas de anuncios diciendo que Coca-Cola nos une en la pandemia, se está dando a una sociedad carente de información, solo una parte de la realidad de un producto. Lo mismo con botanas, golosinas, pan dulce, etcétera.

 

Antes que prohibir, yo pensaría en educar.