Luis Manuel Pimentel . Tercera Antología Internacional de Poesía (Sabersinfin)

LUIS MANUEL PIMENTEL. (Barquisimeto – Venezuela, 1979). Poeta, narrador, editor. Magister en Literatura Iberoamericana (2012). Licenciado en Letras. Estudiante de doctorado por la Universidad da Coruña (España). Ganador de la I Bienal Nacional de Literatura Rafael Zárraga en Venezuela, con su libro Esquina de la mesa Hechizada (2015, IPASME). En poesía ha publicado los libros: Figuras Cromañonas (2007). Canción de cuna para Ananda (2017), Estuvieron cerca los almendrones/mientras creímos haber amado (2021). Ha participado en más de 14 antologías poéticas.  Antólogo de I y II Antología de Poesía Internacional Sabersinfin (2020,2021). Colaborador en diversas revistas de poesía, entre ellas: nuevayorkpoetryreview.com, ablucionistas.com, revistaaltazor.cl,  poesiavzla.wordpress.com, revistagolem.com, inspirulina.com, poesia.uc.edu.ve/,  sabersinfin.com, lasmalasjuntas.com, letralia.com. Actualmente es editor en jefe del portal elsignoinvisible.com, editor del Proyecto Editorial Sabersinfin. Curador Master de ablucionistas.com. Colaborador en proyectos culturales sobre literatura y poesía. Radica en la ciudad de Puebla, México.

 

NAHUAL DE AGUA DULCE

 

Una transformación se vuelve remolino,

canto, risa y olor en medio de tanta peste biológica,

de tanto trabajo para conseguir un pedazo de pan,

de tener entre las manos arena de río y aprender a soltar,

de querer tocar el cielo y a una claraboya que apenas se ve

porque de su cabeza cuelga una tela roja,

del mismo color del pintalabios

que preferiste echarte esa anoche.

Todo empieza y termina con el número 79,

como si el tiempo fuera un invento y las piernas

la única solución de unir ese tiempo,

remojada en agua quieta,

en nado libre, en buscar debajo del agua

la pared azul, el vientre azul, los dedos azules,

las pecas azules, el cabello azul,

como una revelación en medio de un lugar inhóspito,

donde lo que parece contar es el haber estado

sanos y salvos, sobre todo sanos a pesar de los achaques,

y de las alucinaciones porque de pronto eres leona

y el mismo amarillo te convierte en luciérnaga,

en pantera, loba, nahual de agua dulce,

de una llama creciendo en la mitad de tus tetas

y el sabor dulzón como un mantra

donde se baila suelto y también agarrados,

un corazón fundiéndose con el hígado

antes una falsa alarma para el bisturí,

y esa pintura blanca sobre la piel tersa

que se funde con el negro del techo, boca que arde

en el aguamanil de un tugurio que se expande y revienta,

parece que, sí es, pero resulta que no,

quizá el mensaje es ver más allá del ojo mágico

de la puerta y la costumbre, y nos empujan

y todo pasa rápido y desesperante

y lo que uno cree tener apenas vale madre

para mantenerse en el sueño de estar y caminar

por una calle a buscar el carro porque hay que moverse

para el centro comercial a comprar la cartera,

la blusa tal con el color tal porque esa se ciñe bien

y el instante se vuelve eterno y la eternidad

es un suspiro renovado tomando el aire

en 16 minutos para llegar hasta aquí,

a un acto de fe entre tanta luz

incandescente de los quirófanos,

tantas nalgas y tantos cuerpos buscando huecos,

ante el hechizo irreparable del gusto

y del volar en una habitación de ron y café,

donde el goce era una prioridad que se fue expandiendo

en palabras, en roces leves, en estado de alerta

al suspiro de la noche, sin salvajismo, con tacto ácido,

mientras el sol volvía.