Hay que mantener la dignidad

EN LAS NUBES

 

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Felicidades a Julieta y a su abuela y madrina de primera comunión, ayer, Tatis Izquierdo de Mauricio Ravelo.

Después de saber, por nuestro cumpleaños, la edad, nos preguntan si verdaderamente el mundo es más libre que hace XXI siglos. Que si hemos caminado hacia la libertad o vivimos en la esclavitud.

Todos somos cautivos. Todos tenemos, al menos grandes zonas en nuestro diario ajetreo.

Que difícil responder a esa pregunta.

Pero nosotros podemos.

No olvidamos que la vejez natural a los noventa años nos consume despacio. Y aún es piadosa con algunos.

Y podemos reconocer que avanzamos muy lentamente y con muchos tropiezos.

Obvio que han desaparecido los látigos y las cadenas atadas a los tobillos, pero seguimos sujetos a muchas sumisiones de las que imaginemos.

Solo se es libre cuando se mantiene la dignidad.

Nos hemos transformado en una máquina estúpida y satisfecha que ha logrado la tecnología.

Es esclavo el hombre que está atado por su propia libertad cuando no sabe para qué le sirve.

El que vive encadenado por su incultura. O el que gasta toda su vida en un trabajo que no acaba de armar.

El que es siervo de sus propios miedos y vacíos.

El que falla en su función profesional.

Sin embargo, hemos comprobado que el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija.

La oración con la que invoca el padre, el abuelo y el bisabuelo debe ser explícita y fecunda.

La compartimos con orgullo, porque ya sabemos quiénes son.

O cual nos cobija. Sin dar nombre alguno, porque es obvio.

Dame, oh Señor, un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil, y lo bastante valeroso para enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo.

Un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota honrada, y humilde y magnánimo en la victoria.

Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando deba erguir el pecho.

Un hijo que sepa conocerte a Ti… y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento.

Condúcelo, te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos.

Allí déjale aprender a sostenerse firme en la tempestad y a sentir compasión por los que fallan.

Dame un hijo cuyo corazón sea claro, cuyos ideales sean altos.

Un hijo que se domine a sí mismo antes que pretenda dominar a los demás.

Un hijo que aprenda a reír, pero que también sepa llorar.

Un hijo que avance hacia el futuro, pero que nunca olvide el pasado.

Y después que le hayas dado todo eso, agrégale, te suplico, suficiente sentido del buen humor, de modo que pueda ser siempre serio, pero que no se tome a sí mismo demasiado en serio.

Que comprenda a sus hijos, a la madre de ellos. Y los deje, con su ayuda, seguir inhiestos su camino

Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fuerza.

Entonces, su padre, como hoy que lo preguntan, decir:

No hemos vivido en vano, Bety’

craveloygalindo@gmail.com