Teresa Vázquez Mata. Ya no es rosa la vida

 

Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.

Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que, a Tere, escribir se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.

 

YA NO ES ROSA LA VIDA

 

¿Cómo olvidarme de sus ojos? En la cola, para uno de esos trámites burocráticos que tanto odio, todos tenían los sentidos clavados en su celular. Mudos, cual maniquíes de boutique o hartos de la ineficiencia gubernamental, el mundo les era invisible; sólo yo pensaba en la mujer con quien había cruzado miradas, aquella mañana, mientras intentaba estacionar mi coche.

Apelando a la paciencia, presa ante la necesidad de uno de esos seres inhumanos que debía terminar su videollamada para dejarme aparcar: la vi sentada en la banqueta, justo entre los dos autos estacionados frente al inconsciente.

Aparentaba treinta y pocos años. Los ojos expresivos, por sobre la capa de suciedad que iba cubriendo evidentes rasgos finos, se disipaban en el probable pasado que entristecía su presente. Desaliñada y aun bella, aprovechaba el rayito de sol que le calentaba ─quizás─ el alma o sólo el desayuno, sobre un plato desechable.  A su lado tenía una maleta mediana: rosa y traqueteada. Su cabello, a pesar de lo descuidado, todavía conservaba el corte y color con el que se lo tiñera. Las ropas, un poco sucias, no eran harapos; pudiera decir que hasta fueron prendas bonitas en un tiempo nada lejano.

Cuando finalmente logré ocupar el cajón de estacionamiento, al que estuve a punto de renunciar creyéndolo cabina telefónica, bajé de mi auto y nuestras miradas coincidieron: peregrinando por entre nuestras vidas. ¿En fracciones de segundos reales nos conocimos?

Formada en la aburrida fila, sus ojos seguían en mi mente. ¿Qué circunstancias la llevaron a estar en aquellas condiciones?  Durante esos nanosegundos en que nos miramos, tal vez, ambas pensamos: ¿por qué esa mujer está allí? Ella en el lado soleado de la banqueta, en sentido literal mas no en la cotidianeidad. Yo, aún refunfuñando por el contratiempo, con lentes oscuros porque me daba de frente el sol y me lastimaba. En cuanto saliera del trámite, yo sí iba a estar como siempre, del lado soleado de la calle, pero con el alma hecha trizas por las injusticias que mis ojos ven en el diario andar.