Teresa Vázquez Mata. Tozuda ceguera

 

Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.

Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que, a Tere, escribir, se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.

 

TOZUDA CEGUERA

 

Besnik está en presidio y espera intranquilo la visita de la amante. ¿Traerá buenas noticias? Recuerda, perfectamente, cómo la envolvió en sus redes y no siente remordimientos:

 

Estaba en la barra de la Terrazza Danieli, en Venecia, cuando ella llegó acompañada de otras tres señoras: maduras, pero muy bien producidas. Botox por aquí, cirugías por allá… las elegantes mujeres, para abrir boca, pidieron el mejor vino de la casa. Besnik se acercó a la mesa, con discreción, pero lo suficiente como para escuchar el idioma. Charlaban animadamente en español y eso lo hizo afilar sus sentidos. Tal vez no tengan novios o maridos —pensó. Ninguna traía argolla matrimonial y sus joyas denotaban alto poder adquisitivo. ¿Viudas, quizás? Su entrenado ojo le permitió analizarlas de un vistazo: bolsas, zapatos y vestidos de diseñador; nada era falso, solo sus prótesis capilares, implantes y dentaduras perfectas.

Concluido el análisis, regresó a la barra y pidió otro martini, fijando la mirada en las muchas marcas de licores que ofrecía el lugar. Como buen cazador, debía esperar el momento indicado para embaucar a la presa.

Ella, finalmente, se paró en dirección a los servicios. Él sonrió. La ropa entallada dejaba ver un cuerpo en buena forma a pesar de la edad. ¿Sería producto del cirujano o del instructor personal? Pasó tan cerca que Besnik pudo percibir el aroma del Twilly d’Hermés. ¡Sus superiores lo habían entrenado muy bien! Sabía de armas y también de vinos, perfumes y poesía: en varios idiomas, que hablaba casi a la perfección; podía distinguir entre un artículo original y una copia de mercadillo. Era profesional, porque hasta una maestría había tomado para aprender el arte de la seducción. Reconocía, sin equivocarse, a una persona necesitada de afecto y aceptación.

—Pudiera asegurar, sin faltarte al respeto, que eres la mujer más hermosa de la ciudad —dijo Besnik interponiéndose a su regreso—. Nunca había visto en nadie el magnetismo que irradias. Cameriere! —Ordenó—. Champagne per la signora!

Sin darle tiempo a nada, mirándola con la ternura del ciervo a punto de morir, le pidió se sentara junto a él y en ese instante supo que la tenía comiendo de su mano y que aceptaría todo, sumisa; olvidándose de las amigas que la miraban, incrédulas o envidiosas. No imaginaban la suerte que tuvieron al no rendirse ante aquel jovencito de físico espectacular.

Diana se reunió con sus compañeras de viaje dos días después y eufórica les relató sus andanzas. La aventura se quedaría en Italia y cada quien regresaría a sus vidas —pensaron—, pero dos meses después se llevaron la ingrata sorpresa. En medio de uno de los habituales desayunos, luego de hablar por teléfono media hora, sin pelarlas, la amiga gritó:

—¡Me voy a Miami!  Tengo una cita con Besnik —admitió con esa sonrisa que la caracterizaba, mientras meneaba el cuerpo de derecha a izquierda…

¡Quedaron boquiabiertas!

—Es que mi amorcito dijo que quería venir a América y, como a los dos nos gusta la playa y la vida nocturna, consideramos que Miami era un buen punto de reunión. Además, hay vuelos directos desde Roma que es dónde él trabaja—suspiró—. Creo que de sorpresa compraré boletos para un crucero. ¡La vamos a pasar de maravilla! —estaba eufórica. Daba saltitos y gritos agudos como si tuviera cinco años y le estuvieran informando que irían en familia a Disneyland.

Mudas, las amigas, solo cruzaron miradas. Luego vinieron las réplicas:

—¿Te vas a ir de vacaciones con alguien de quien no sabes nada?

—Y encima tiene edad para ser tu hijo…

—¡Pero no lo es! ¡No entienden nada! Allá ustedes y sus convencionalismos hipócritas… ¡Yo sí quiero disfrutar la vida! Además, la edad nada tiene que ver; hablamos horas a diario y hemos descubierto que tenemos muchas cosas en común.

Trataron de frustrar aquella locura, pero fue imposible.

—Lo que pasa es que están celosas —arremetió Diana—. ¡Fue a mí a quien eligió porque no represento la edad que tengo! Todo el tiempo me dice lo bonita y divertida que soy. ¡No parezco una señora! Además, no les estoy pidiendo permiso y mucho menos aprobación. Quédense con sus aburridos vestidos de anciana y sus amiguitos calvos… Yo tengo otras oportunidades y las voy a aprovechar.

Ante tal contundencia y tozudez, las amigas dejaron de tocar el tema. Ella se la pasaba en aviones y regresaba sin decir una palabra. Empezaron a notar que, en vez de sugerir algún restaurante de moda, prefería una cafetería de franquicia o solamente llegaba al postre y se limitaba a pedir una bebida.

—Es que estoy muy gastada. Además, el nutriólogo me tiene en una dieta súper estricta. Sólo vine porque quería ver a mis hermanas del alma —mentía sonriendo.

Y cierta tarde cometió la indiscreción de decir:

—Es que Bes es tan alto, que no puede viajar en coach, entonces siempre le compro boletos en business y… —notando las miradas de preocupación, cambió de tema al instante.

Los meses pasaron y el trío de amigas, inseparables desde la infancia, se disolvió; hasta que Diana les hizo una videollamada llorando, suplicándoles que fueran a verla a su casa. Fieles, como siempre, corrieron para auxiliarla. ¿Qué había sucedido?

—No supe de mi amorcito durante dos semanas —. Así se refería a él: “mi amorcito”—. Esta mañana, llamó para decirme que lo habían aprehendido en Estocolmo. Él no hizo nada: ¡lo sé! ¡Lo conozco! Es incapaz de hacer algo malo. ¡Teníamos planes! Quería instalarse en México, casarse conmigo… Pondríamos negocios, juntos. ¡Estaba feliz…! —. Jalaba su pelo como si quisiera despegarlo del cráneo, sin contener las lágrimas—. Se trata de un error de la policía sueca. ¡Yo creo en su inocencia! No puedo abandonarlo, sólo me tiene a mí.

—¡Claro! —. Se alarmó una—. Sólo te tiene a ti…

—Pero… ¿Qué puedes hacer tú desde otro continente? —quiso saber la otra.

—¡Apoyarlo!  Debo mandarle $30,000 USD para el abogado. En cuanto lo declaren inocente, demandarán al país por la injusticia cometida; será un escándalo mundial y piensan solicitar una remuneración por daño moral. En unas semanas, seguro, recuperaré mi dinero y lo recuperaré a él. Me iré a Estocolmo y esperaré que lo liberen…

Fiel, como han aprendido a comportarse muchas de las mujeres en América Latina, iba a visitarle dos veces a la semana. Y en contacto con el abogado, las cuentas bancarias quedaban, poco a poco, sin ceros.

 

Él, la espera ansioso y, al mismo tiempo, harto de sus ñoñerías. ¡Pinche vieja! —diría de haber nacido mexicano.

Un agente del Servicio de Seguridad Sueco la intercepta, pidiéndole que la acompañe a una oficina. Le muestra un archivo lleno de hojas y fotos. Las extiende en la mesa frente a sus ojos y en cada una aparece «su amorcito» con mujeres de diferentes edades —ella incluida—, algunas en actitud cariñosa.

—¿Sabe de qué se le acusa?

—Esto es un error, él no hizo nada. Trabaja en una compañía de importaciones.

—Eso es parcialmente correcto. ¿Sabe lo que importa? —. El agente hace una pausa y no obtiene respuesta—. Importa personas. Está acusado de tráfico de personas en varios países de Europa. Aquí puede ver a sus víctimas —dice, señalando las fotografías—. Besnik, como usted lo llama, pertenece a una organización muy bien coordinada. Recorren el mundo, haciéndose pasar por turistas. A las niñas o jóvenes, las reclutan con promesas falsas. A personas como usted, las usan para allegarse de recursos y pasar desapercibidos, como si estuvieran viajando en familia. ¿Tiene idea del dinero que ha invertido en él? ¿Sabe que todo lo que vivió a su lado no fue más que una estrategia? Gente como él tiene maestros, así como en las universidades, pero este tipo de enseñanza va enfocada al crimen y a la manipulación. Sus jefes en Albania, porque para nada es italiano, pensaban que tenía un gran futuro dentro de la organización; pero cometió el error de entrar a Suecia con pasaporte falso. Usted ni siquiera conoce su nombre real…

—¡No! —interrumpe Diana, aturdida con tanta información—. ¡Está equivocado…! Si lo conociera como yo… ¡Quiero verlo! —grita ciega, desesperada.

 

NOTA: En el mundo existen mafias que se dedican al tráfico humano. Al día de hoy, sin que se hable abiertamente, hay más esclavos que en la época en que estaba permitida la esclavitud. Muchas personas vulnerables, se convierten en víctimas de este crimen atroz y, en algunos casos, sus familias jamás vuelven a saber de ellas.