SANGRA MI VASTA HERIDA

SALVADOR VIVEROS 

Veracruz, México

 

entre los ígneos incensarios,

rudo es el duelo que lastima

al emprender tu camino.

Es la luz que cierra la vida

y envuelve tu voz ausente,

tu vuelo que no dimite

a pesar de la partida,

el dolor que purifica

el alma que está encogida.

Una melodía llora y traza

una danza de odas muertas,

el viento hiere y acaricia,

confirma su carabela hundida

en los blancos arrecifes

de una corona de estrellas.

 

MURMURA EL VIENTO,

acariciando con ternura

el remanso de la tarde.

La danza de las hojas

estremece el dolor,

que fiero permanece

en el torrente de mi alma.

 

En la lejana transparencia,

el cielo pardo y azul

crece y se derrumba,

hasta ser vasto horizonte; 

río inextinguible.

Hierro y miel, tu recuerdo

está en mis manos,

en el sabor de mi boca,

en la piel de mi garganta,

en la ausencia de mis ojos.

Tu voz es mar y canto,

me envuelve tu salitre,

te respiro dulcemente,

tu piel y mi piel se regocijan;

entre el humo de las olas

de tus fieras alas de mujer,

éramos incendio de amor.

Pero mi silencio es cierto,

me sostengo en la esperanza,

y mi escozor se enfebrece

ante tu regreso abrupto.