PULSO POLITICO. El informe, en el Palacio legislativo

 

Gabriel Sánchez Andraca

Por la pandemia, estamos en crisis económica y social y además por la austeridad republicana del actual gobierno federal, las autoridades de todos los niveles deben dar muestras de su solidaridad con el pueblo y evitar gastos suntuosos y la mayoría de las veces inútiles.

Es lo que hizo el gobernador morenista Luis Miguel Barbosa Huerta ayer, al rendir su informe de gobierno en el Palacio Legislativo de la 5 poniente, en pleno centro histórico, donde el último acto de este tipo que se realizó ahí, fue en 1963, donde rindió su último informe el entonces gobernante poblano, don Fausto M. Ortega.

EN ESTA OCASIÓN, LOS ASISTENTES FUERON los diputados de la Legislatura local y los miembros del gabinete del propio gobernante y algunos invitados especiales. No hubo acarreados y solo se provocaron algunos embotellamientos en calles del centro al inicio y al término de la ceremonia.

El gobernador informó que su gobierno invirtió entre enero y el 30 de noviembre de este año, 3 mil 184 millones de pesos en obras de interés social. Nada de obras suntuosas sin beneficio para la gente como se estiló en el pasado reciente, cuando a Puebla la gobernó el primer gobernante panista.

Las inversiones fueron en mejoramiento de caminos y carreteras, en reconstrucción y rehabilitación de hospitales, en electrificaciones no convencionales, en rehabilitación de edificios escolares, en apoyo a la educación elemental, media, media superior y superior, como el caso de la Universidad de la Salud, que fue equipada totalmente; en apoyo para la ampliación de viviendas de campesinos. 112 millones se destinaron a la rehabilitación del Hospital General Dr. Eduardo Vázquez, al Hospital de la Mujer y al Centro de Atención Integral a la Ceguera y la Debilidad Visual y así por el estilo.

Todo fue distinto: el acto en sí, que fue totalmente austero y el contenido del informe en el que no se informó de inversiones de miles de millones para edificios lujosos, con dinero prestado que se cubrirá en treinta años, pagando desde luego, los respectivos intereses.

No hubo suspensión de labores en las diferentes dependencias. Para la burocracia estatal, fue un día normal.

LOS GOBIERNOS PANISTAS ESTAN ESPECIALIZADOS en irritar al grueso de la población desde que inician sus actividades.

Recordamos que el señor Rafael Moreno Valle Rosas, que fue el primer gobernante panista de la historia de Puebla, enojó a los poblanos con su decisión de privatizar el servicio de agua en los principales municipios del Estado, principalmente en la capital, problema que sigue vigente por el rechazo de un amplio sector de la población; La expedición de la llamada Ley Bala, que causó la muerte de un niño de 12 años, en un municipio cercano a Atlixco y que fue causa de manifestaciones de protesta durante varios meses; el despido sin el pago que la ley exige, de más de diez mil empleados del gobierno estatal, problema que hasta la fecha se ha estado resolviendo y así por el estilo.

Ahora, el ayuntamiento panista de don Eduardo Rivera, quiere cobrarles a los ciudadanos el gasto por alumbrado público, algo que se aviene mucho al estilo neoliberal, que por fortuna ya no impera en nuestro país.

Parece que ayuntamientos del interior del estado, quieren aprovechar para hacer lo mismo y hasta el PRI, que durante décadas no hizo nada que afectara en esa forma a la ciudadanía, ahora está conforme con la medida, la apoya, como apoyó la privatización del agua y la ley bala, pero dijo que lucharía contra esas medidas, cuando estuvo en campaña.

LA FALTA DE SENSIBILIDAD SOCIAL Y DE oficio político en los dirigentes partidistas, es lo que los hace cometer este tipo de errores. No se dan cuenta o no quieren darse cuenta, de que la gente poco a poco ha ido despertando y que los mexicanos en general, ya no somos los de antes. Ahora hay protestas, hay reclamos, hay enojos y los políticos no están preparados resistir el empuje de los ciudadanos cuando se les saca de sus casillas. Ojalá y se les prenda el foco y no vayamos a tener estallidos violentos que como están las cosas, resultan sumamente peligrosos.