Muerto el rey, viva el rey

El legado del barbosismo y el magnífico reto del nuevo gobernador poblano

A veces pareciera que en Puebla nada hay más efímero que la vida de un gobernador.

Muere una. Muere otro. Se suele decir, no hay casualidades, hay causalidades.

Yo creo que hay las dos cosas.

El mantenimiento de los helicópteros que usaba Moreno Valle era un tremendo negocio para los operarios. Ya me he referido al exceso de viajes del gobernante. Todo junto era un coctel mortal. Y así fue.

En el caso del gobernador Miguel Barbosa se dijo que tenía un severo y permanente marcaje médico, día y noche. Y parece que nadie tomó en cuenta esa señal del dolor del brazo izquierdo en un acto público, cuando es eso precisamente algo de lo que primero pregunta un cardiólogo cuando uno va a consulta. Una obviedad que ninguno de sus cercanos tomó en cuenta.

Digamos que hay causalidades.

Pero hay mil cosas en torno a estos asuntos.

Primero el acto de homenaje y los discursos. Toda muerte duele y es lamentable. Pero un hombre público está sujeto siempre al juicio público, punto.

Me parece que hubo desproporción en algunos de los discursos. Algunos han querido ver en el finado a un estadista. No lo fue. Tampoco conquistó un cariño desbordante. La última muestra que me tocó ver de reconocimiento, duelo y cariño popular fue al profesor Jorge Murad, muerto en condición de alcalde.

Vi miles y miles de personas llenar calles, aceras y balcones, recintos y panteón cuando falleció. Creo que un punto clave de su vida fue su sencillez en el ejercicio del poder. Ese rasgo de vida siempre paga.

Decíamos que el señor Barbosa estuvo muy lejos de la condición de estadista. Fue un gobernador a secas. Su comportamiento personal, visto diariamente en las conferencias matutinas, lo retrató infinidad de veces como un hombre soberbio, autoritario, pagado de sí, de lenguaje procaz y grosero.

Con mucha frecuencia regañaba y casi corría a los reporteros. Sus modos eran altaneros, hirientes.  Se confrontó y casi congeló toda relación con el principal periódico de Puebla y hostilizó hasta el cansancio, con demandas, censuras y presiones al portal más importante de Puebla, este, donde escribimos, de mi colega y amigo Rodolfo Ruiz.

Conformó un gabinete cuyos integrantes van del gris rata al gris Oxford, pasando por el gris cemento. Quizá con la excepción de dos personajes que han mostrado temple y eficiencia, el Procurador o Fiscal, y el titular de la Secretaría de Salud, hijo por cierto de un notable médico humanitario y profesional.

Tan sólo por contraste con el gabinete de truhanes de Moreno Valle, Gali y Pacheco Pulido, pudo Barbosa integrar un equipo de profesionales calificados, experimentados, honorables y poblanos, pero desdeñó esta oportunidad de oro que tuvo en sus manos.

Por sus obras los conoceréis. Varios terminaron confrontados o echados por el gobernante y algunos en la cárcel. Y no se advierte la huella material o moral del sexenio, que quedó en cuatrienio.

El legado es muy endeble. Hubo y hay incrustados aquí y allá sujetos de muy baja ralea; no solo no hay transparencia en los manejos presupuestales sino verdadera oscuridad.

Por todo esto, la lógica y el sentido común imponen una auditoría exhaustiva, para limpiar la casa y empezar de cero, aunque sean dos años por delante.

Me viene un ejemplo del “estilo” del equipo. Le quise obsequiar un libro sobre el modelo educativo de Finlandia al ex secretario de Educación, Melitón Lozano. Solicité audiencia con él durante meses, nunca me recibió. La marca de la casa, no otra cosa…

Por cierto, en Finlandia, los funcionarios de primer nivel del gobierno pueden ser abordados cualquier día en sus oficinas por el ciudadano común. Aquí, se suben a un ladrillo, qué digo un ladrillo, a la suela de sus zapatos, y ya se sienten bordados a mano, por manos celestiales por supuesto.

En el legado, justo es reconocer, Barbosa metió a la cárcel a varios pillos de siete suelas, a 17 alcaldes o expresidentes y a otros truchimanes. Pero aún la lista es muy larga.

Hay ya un gobernador sustituto, Sergio Salomón Céspedes. Un hombre poco conocido oriundo de Tepeaca. Su currículum es breve, muy breve, como breve es su historia pública, con apenas ocho años en el quehacer público. No posee altos grados académicos, lo cual no debe ser limitante alguna. Algunos con títulos del extranjero resultaron ladrones insaciables, como Moreno Valle y Emilio Lozoya.

Precisamente de las hechuras del morenovallismo proviene don Sergio. No diría que de esa corriente ideológica porque no es ninguna ideología lo que los identificó, sino un pragmatismo rapaz que dejó al estado crucificado con una deuda de más de 40 mil millones de pesos.

El diputado Salomón tiene un reto extraordinario. Una oportunidad que lo puede llevar al cielo o a los abismos. Me parece que merece el beneficio de la duda y no el prejuicio ciego y egoísta.

Mucho bien le haría al estado y al propio gobernador debutante, emprender aparte de una auditoría muy a fondo en todo, someter a revisión al gabinete. Relevar a todos aquellos elementos sin nivel, experiencia, competencia y compromiso social. Y rodearse de un cuadro de funcionarios honestos y eficientes en sus responsabilidades.

Dejar de lado a traficantes de negocios y presupuestívoros disfrazados de funcionarios, colaboradores o asesores. Justamente ahí en el Congreso, de donde proviene, hay incrustados ejemplares cuya cercanía con el nuevo gobernante sería nefasta. Son públicamente conocidos.

Sin duda luego de una revisión urgente y exhaustiva, sería preciso frenar inercias. El estado no puede navegar a la deriva y con ocurrencias. Como esa de reciente difusión de construir un auditorio a un costo multimillonario en la zona de La Noria, precisamente en esa parte donde los auditorios de notable calidad abundan.

Tendrá que romper paradigmas y sacudir a toda la estructura estatal.

A la imperiosa necesidad de un aprendizaje contra reloj en el arte de gobernar, tendrá que sumarle en su provecho a elementos frescos y competentes en distintas áreas de la administración, de honestidad probada y realmente cercanos a la gente. Ese equipo, provisto de identificación y calidad, redundará en su beneficio directamente.

El proceso rápido (y es deseable que acertado) de designación de un nuevo gobernador, dejó de lado a por lo menos un par de poblanos de notable calidad, experiencia y amplio reconocimiento. Me refiero a Carlos Meza y Fernando Manzanilla. Los dos poseen atributos nada desdeñables, han estado en el núcleo del poder, conocen los nervios del gobierno y no les tembló la mano a la hora de tomar decisiones. Los dos, por cierto, fueron injustamente tratados por el gobernador Barbosa.

La experiencia de ambos no debería ser desaprovechada ahora o más adelante.

xgt49@yahoo.com.mx