MERCEDES PÉREZ-BALLESTEROS nació en la Ciudad de México. Estudió la licenciatura y maestría en Pedagogía en la UNAM. Ha sido maestra en el Instituto Politécnico Nacional, en la Universidad Autónoma de México y en la UNAM. En 1993 emigró a los Estados Unidos y ha sido maestra desde hace 26 años en el Distrito Escolar de Los Ángeles. Disfruta mucho leer y escribir poesía en español.
Mi ciudad
Ciudad de empinadas alturas y extremas bajadas,
aromáticos llantos, bosques estridentes
y espinosas angustias.
magueyes incontrolables.
¡Risas lastimosas de alegría!
¡Ciudad de melódicas marchantas y ávidas vendedoras,
insaciables merolicos que invaden ambientes y moradas,
organilleros que evocan antañas infancias!
Ciudad que amanece estrechando trabajadoras manos
y emprendedores esperanzas
viendo brillar el sol en el semblante de su cara.
Traviesa y escurridiza niñez persiguiendo,
sin cesar, una descolorida pelota que, de tanto rodar,
parece lastimada en su esencia esférica y circular.
Ciudad de crujientes carcachas,
canciones taladrando el ir y venir de multitudes
que, exhaustas, llegan entre abrazos y mentadas
al peregrinar de su destino, besos y chifladas.
Parpadeante ciudad de lucecitas que iluminan
los callejones de la vida en largos senderos de llanuras.
respiración lenta que sofoca, termina el día embriagada.
¡Mi madre… así mi ciudad es única y amada!
Manantial de sonrisas y alegría
A mi madre
Manantial de sabiduría que emana sonrisas y alegría,
ruiseñor respirando amaneceres y alboradas,
arcaicos, celestiales, profundos e inspiradores cánticos.
algarabía dominical en cada día, caricias y fantasías.
Maná saludable, cual tibias y curativas aguas termales,
bellas manos escultoras de magia y certeza,
entrañas volcánicas, cual explosivas luces de Bengala.
Mujer olorosa cual cántaros de barro en madrugada.
Pensamientos ágiles como gacelas cruzando veredas,
remanso aquietante de ansiosas angustias y esperas.
Luceros brillantes de destellos acompasados de luciérnagas.
¡Victoria en acogido encuentro en total desacuerdo!
Cómplices miradas que no torturan, ni reclaman,
lisonjas que levantan, cual vapor de la hirviente agua.
Amor sublime que deja tiritando y emocionada el alma,
¡Reina llena de vida y luz que a mi Ser embriaga!