Martha Elba Castelán Cuspinera. La mirada del colibrí XIV (final)

Martha Elba Castelán Cuspinera. Desde el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por Miguel Barroso Hernández, en Veracruz; Martha escribe fragmentos de una historia que, por instantes, la toca muy de cerca. De manera sencilla, pero certera, habla del amor, de la familia y de tristezas que a la larga se transforman en felicidad.

Con la pasión de quienes, a través de la literatura, abrazan al mundo; Martha nos invita a reflexionar. El crecimiento de esas mujeres que han tomado las riendas de su vida, está presente en cada uno de sus textos.

 

La mirada del colibrí XIV (final)

 

… justo antes del final, descubres una habitación rodeada de espejos. Te encuentras a Ericka con un vestido blanco de tira bordada, guaraches llenos de flores y esa cara angelical con su preciosa sonrisa de niña alegre. Al voltear, la reconoces como adolescente que, deshojando una rosa, refleja el amor en la mirada.

También se encuentra la Ericka mujer y madre: el camino ha sido duro, pero satisfecha de sus logros, lo volvería a recorrer.

En el espejo central, con 62 años, ves a la Ericka auténtica, al desnudo; no necesita vestuario para saber quién es. Ríe a carcajadas. ¿Dónde están sus heridas? El pasado no existe…

 

Me gusta mi nueva versión. Estoy enamorada… ¿De quién?

Adoro estos ojos verdes, rasgados, que reconocen cada regalo de la vida… mis oídos escuchando la melodía escondida en el alma… la sonrisa abierta que heredé de papá… la sensibilidad para tocar a quien amo… el gusto por existir…

Extiendo la mano, me toco en el espejo y pienso en aquel colibrí. Invoco su presencia, lo busco tras mi reflejo, le grito en silencio… Caigo en ese profundo sueño donde siento que bate las alas sobre mi cabeza…

 

¿Eres tú papacito?

“Hoy bajo su sombra/ Que tanto creció/ Tenemos recuerdos/ Mi árbol y yo” –parece tararearme…

Es nuestra canción –susurra–. Ya estás lista para volar sola, Ericka.

-¿Cómo? ¿Me vas a abandonar?

-¡Nunca! Yo vivo dentro de ti, mis enseñanzas, mis genes, mi amor viven dentro de tu corazón.

-¿Me dejarías tus alas?

-No es necesario. Tienes tus propias alas: son fuertes, son perfectas, han aprendido a volar pese a los malos tiempos.

-¿Me prestarías tu plumaje?

-Observa: ese espejo no te engaña. Brillas con luz propia.

-¿Y la música?

-Vive en tu corazón. Te has convertido en una mujer alegre, llena de virtudes. ¡Estoy feliz!

Una lágrima me mojó la mejilla. Mi amado colibrí elevó el vuelo, dejando sus últimas palabras en el aire:

“Por cierto… me encantó tu libro, hija”.

 

FIN