La guerra azul

Victor de Regil

 

Hay una batalla que está librándose al interior del PAN que camina de forma paralela con la elección que viene. Y es que, en este proceso electoral lo que está en juego en el PAN de Puebla es el control y la hegemonía en el PAN de Puebla, para los siguientes 10 o 20 años, así como la aparición, tal vez, de un nuevo grupo, un grupo emergente, que desplace a aquel que históricamente ha tenido el poder en el partido: El Yunque.

Los candidatos a la gubernatura y a la capital del estado, Eduardo Rivera Pérez y Mario Riestra, respectivamente, son enemigos y amigos por conveniencia, dirimen tras bambalinas una acre disputa que tiene que ver, por supuesto, con la jornada electoral del próximo 2 de junio, pero que trasciende, por mucho, esa gran batalla en las urnas frente a Morena y sus partidos aliados. Y es que hay una pelea interna quizá todavía más importante.

Lo anterior viene a cuenta porque, a finales de este 2024, se deberá renovar la dirigencia estatal de Acción Nacional, cuestión crucial y de la máxima atención para los dos bandos en disputa, pues de ello depende su futuro político personal, pero sobre todo el de los integrantes de los grupos que representan y que defienden intereses, de manera histórica, totalmente divergentes entre ellos mismos.

Ciertamente, tanto Eduardo Rivera como Mario Riestra no pueden sino disimularlo, pero en los hechos se han preparado con intensidad para ese inevitable choque de trenes, tanto si ganan su respectiva elección como si la pierden. Incluso, en el propio proceso actual, se les ha visto distantes a pesar de que ambos tienen posibilidades reales de ganar sus respectivos procesos electorales, principalmente Mario.

No fue casual que el ex alcalde capitalino haya dispuesto todo lo posible para seguir vigente, y con los hilos del PAN en la mano, en caso de un resultado desfavorable el primer domingo de junio próximo.

Coló como diputada federal a su esposa y ex presidenta del Sistema Municipal DIF, Liliana Ortiz. Asimismo, sembró a dos de sus más cercanos para una diputación local: Celia Bonaga y Marcos Castro. E impuso para el próximo Cabildo de Puebla a seis allegados y allegadas: Guadalupe Arrubarrena García, José Carlos Montiel Solana, Hilda Araceli Limón González, Alfredo Ramírez Barra, Pilar Aguilar Nájera y Hugo Martínez López.

Si Rivera Pérez no gana la gubernatura y Mario Riestra sí se convierte en presidente municipal de Puebla, aquel tratará de hacerse del PAN estatal ya sea impulsando al mencionado Marcos Castro o, si el género así lo indica, a la mismísima Liliana Ortiz.

Un Mario Riestra empoderado y vencedor, emergería como el nuevo gran liderazgo en el PAN poblano y jugaría sus propias cartas para la dirigencia estatal, a fin de bloquear a las de Eduardo Rivera.

El diputado federal y candidato a la presidencia municipal empujará ya sea con su hermana, la regidora Susana Riestra, o a la legisladora y actual candidata a la reelección como diputada Carolina Beauregard.

Si Eduardo Rivera ganara el próximo 2 de junio, no habrá otro que él para ratificarse como el máximo líder del panismo poblano. De la mano de El Yunque, por supuesto.

En un escenario distinto, Mario Riestra sería el nuevo factor del Partido Acción Nacional, con el apoyo decidido, por cierto, de Marko Cortés y su sucesor en la dirigencia nacional, que abominan a Eduardo Rivera.

¿Qué tan unidos están, en realidad, Eduardo Rivera Pérez y Mario Riestra?  ¿Cuánto quiere uno el triunfo del otro? ¿De verdad les conviene? ¿Son amigos-enemigos?

¿O más bien, males necesarios que no tienen otra opción que coincidir en una batalla electoral en la que no sólo están en juego sus carreras políticas, sino sobre todo el futuro y el control del Partido Acción Nacional en Puebla?

Es decir, o Eduardo Rivera gana y se confirma como el dueño del PAN poblano, o Eduardo Rivera pierde y Mario Riestra gana y emerge, el 2 de junio, como el nuevo mandamás en el partido y como la ficha con la que Acción Nacional jugará la sucesión estatal en 2030, que por increíble que parezca ya corre.

Y es que, a su vez, ambos libran, sí, una batalla contra Morena y sus partidos aliados, pero también una guerra entre ambos.

Un último escenario es que tanto Eduardo Rivera como Mario Riestra pierdan su respectiva elección, y entonces ahí en la guerra tribal en el PAN habrá por necesidad otros jugadores. Especialmente Genoveva Huerta y Rafael Micalco.

Dos panistas que ya fueron dirigentes estatales de la franquicia y que aguardan tan atentos como pacientes el desenlace de este choque de trenes para tratar de hacerse nuevamente del control del partido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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