José Javier Salas Montesinos. Juro haberte conocido Tenochtitlán (III)

 

José Javier Salas Montesinos. Con 18 años, asiste al Colegio de Bachilleres plantel 07 «Iztapalapa» y su sueño es estudiar la Licenciatura en Arqueología. Se ha propuesto difundir los orígenes de la mexicanidad e investigar al México Prehispánico.

Apasionado de la historia y la cultura de nuestro país, participa en concursos y eventos relacionados a estos temas. Le han inspirado: Manuel Gamio, Alfonso Caso y Matos Moctezuma; a quienes ve como ejemplo y por ellos, precisamente, pretende adentrarse al mundo de la investigación arqueológica.

 

JURO HABERTE CONOCIDO TENOCHTITLÁN (III)

 

Tenochtitlán se tambaleaba y Moctezuma se acordó de mí.

─Nuestro Tlatoani, Moctezuma Xocoyotzin, quiere verte ─dijo uno de los emisarios con los que me mandó a buscar a mi calli.

Me llevaron en una trajinera sobre la calzada de Iztapalapa y al llegar al palacio uno de los emisarios dijo:

─Señor, le traemos al muchacho.

─Los sacerdotes mexicas dicen que tú has soñado con nuestros Dioses ─aseguró el Tlatoani─. Tú eres la persona indicada para evitar la caída de nuestra mexicanidad. Serás quien me acompañe en la contienda que se avecina.

Tres soldados irrumpieron diciendo que se acercaba un puñado de hombres blancos, que venían de otro mundo:

─Desembarcaron en el Golfo, señor.

─¡Ya los esperaba! ─dijo Moctezuma, solemne─. Vayan y denles oro. Denles mi gran Quetzalcopilli.

El 8 de noviembre, los hombres blancos llegaron a Tenochtitlán. Yo acompañaba a Moctezuma y a su ejército. Recibimos a su capitán Cortés y lo alojamos en el palacio de Axayácatl. Creímos que eran gente mala, pero decidimos darles una oportunidad.

Cuando en el año 1520 se desató la pandemia de viruela que afectó a casi todos los pueblos indígenas, Moctezuma y yo estábamos secuestrados por el maldito español y su ejército. La economía estaba por los suelos y mucha gente moría. Pocos sobrevivieron al virus.

Cortés nos dijo que gritáramos al pueblo que él sería el nuevo Tlatoani. A los mexicas no les gustó la idea y apedrearon a Cortés. Desgraciadamente le tocó una pedrada a Moctezuma dejándolo casi muerto.

─¡Si te acercas, te mato! ─dijo Cortés cuando intenté socorrerlo. Moctezuma murió a los tres días y no sé bien cómo pude escaparme.

Ya en Iztapalapa busqué a Cuitláhuac, hermano de Moctezuma, le conté los hechos y se enojó mucho.  Entonces, me llevó con la princesa de Iztacalco para que estuviera seguro. Su nombre era Yarisiztli Atotoztli y resultó ser la misma chica que iba a mi Telpochcalli.

─Hola ─me dijo y no sé si escuchó el tamborileo en mi pecho.

Cuitláhuac y su ejército sacaron a los extranjeros de Tenochtitlán. Aquel 30 de junio de 1520, Cortés lloró su derrota en el Árbol de la Noche Victoriosa. Meses después, Cuitláhuac falleció de viruela y Yarisiztli me llevó a Tlatelolco, para pedirle a Cuauhtémoc que gobernara Tenochtitlán.

En 1521, Cortés regresó con el ejército tlaxcalteca y español. Llegaron a Tenochtitlán e hicieron prisionero a Cuauhtémoc. Para entonces, yo ya le había declarado mi amor a Yarisiztli, todo era paz y tranquilidad hasta que retornaron. Estaba enamorado de la princesa y ella de mí.

─Yarisiztli, tú sabes que me gustas demasiado y quiero pedirte que seas la princesa que gobierne mi corazón. ¿Aceptas?

─¡Claro que sí, Yaoxolotl! Me encantaría, también estoy muy enamorada de ti.

Así comenzó nuestro amor prehispánico. Yo la tomé de las manos, le entregué un ramo de cuetlaxóchitl y le obsequié plumas de quetzal. No imaginé que Cortés pondría un alto a nuestra historia…

El día de la invasión, llevé a Yarisiztli a lo más alto del Templo Mayor, para protegerla. Desafortunadamente aventaron un proyectil de cañón y nos lastimaron. Al ver que mi amada no respondía, le di un beso y me despedí diciendo: “Nuestro amor volverá a resurgir. ¡Te amo! Nos vemos en el Mictlán para el eterno descanso” y con las últimas fuerzas que me quedaban le grité al pueblo mexica:

“¡Eyyyy! ¡Hoy nuestro sol se ocultó y en completa oscuridad nos ha dejado! Por ahora, no sabemos cuándo volverá a salir de allá, de la mansión de los muertos; pero mientras permanece allá: ¡estrechémonos, abracémonos!”

Vi a toda mi familia al pie del Templo Mayor. Mi madre estaba llorando y concluí:

“¡En tanto que permanezca el mundo, no acabará la fama, cultura y gloria de la Gran México – Tenochtitlán, la mexicanidad jamás morirá!

A un costado mío había un cuchillo de pedernal muy afilado. Lo tomé, alcé la mano para decirle adiós a mi familia y me sacrifiqué en honor a los Dioses. Ya en el Mictlán reencontraría a mi amada.

¡Esta es mi gran historia! Soy José Javier Salas Montesinos y tengo 16 años. Mi madre es una mujer digna de admiración y la honro. A ella le debo la vida: la quiero y amo con todo mi corazón. También adoro a mi padre y a mi hermano que es un ejemplo a seguir. Ahora tengo de vuelta al gran amor que volvió a iluminar mi vida desde ese primero de noviembre del 2021. La pasión reencarnada de mi amor prehispánico: es Karla Yareli.

Soy aquel mismo joven lleno de vida, que hoy tiene aspiraciones y metas, que ha lidiado con las batallas del día a día y siempre sale adelante. Me identifican mi origen y mis raíces. Vivo orgulloso siendo un mexicano que recuerda haber vivido en los tiempos de la gran Tenochtitlán. Mi nombre es Yaoxolotl Javier y sé que algún día volveré al descanso eterno del Mictlán… para renacer y, una y otra vez, glorificar a México.

FIN

Ver: Juro haberte conocido Tenochtitlán (II)