Victor de Regil
En los primeros meses de 2020, el golpe más fuerte que la entonces incipiente pandemia propinó a nuestra cotidianidad, a la vida que conocíamos, vino con la suspensión de las clases presenciales en todos los niveles. Con ello, se dio un cambio radical en las dinámicas social y económica de todo el país.
Este 25 de abril, tras las vacaciones de Semana Santa, ciento por ciento de los estudiantes deberá regresar a las aulas, al menos en los que respecta a los niveles básico y medio, tanto de escuelas públicas como privadas. Los cuidados seguirán como la mayor garantía de salud, pues no hay todavía en México vacuna para los menores de cinco años en adelante. Será, ahora sí, la nueva vida, después de la COVID.
Lo ideal, sin duda, hubiera sido que se regresara a clases presenciales con los niños vacunados. No ha podido ser así y, lamentablemente, todo indica que así no será al menos en lo que resta de este año.
En el mundo en general aún se ensaya con las fórmulas. Europa, por ejemplo, viene haciendo pruebas en menores de cinco a 12 años, desde octubre del año pasado, y se considera que el biológico de la marca Pfizer no es la más eficiente para este grupo de edad, por lo que se siguen analizando opciones.
Al contrario, Estados Unidos está a la espera de lo que ha llamado “una buena señal de la eficacia” de esa fórmula, para comenzar la inoculación.
En lo que respecta a nuestro país, se ha vacunado ya a los menores con comorbilidades en México, por supuesto, también en Puebla.
En este contexto, desde enero, paulatinamente, se ha regresado a clases presenciales de forma opcional, no obligatoria. La recuperación de esa cotidianidad en los centros educativos ha sido constante.
De acuerdo con datos de la propia SEP estatal, menos de 8 por ciento de los alumnos de educación básica siguen en clases a distancia.
De la matrícula de un millón 677 mil 401 estudiantes de este sector, menos de 135 mil no han regresado a los planteles.
Desde enero, que se planteó el regreso intenso, aunque todavía no obligatorio, se ha superado ya 92 por ciento de asistencia.
Con ello también de manera paulatina, pero cada vez más perceptible, la capital y otras ciudades y poblaciones del estado han recobrado el dinamismo.
Con las clases todo se activa: transporte, ventas de comercios de todos los giros, el cumplimiento de las jornadas laborales de los padres y tutores. Toda una vida y una economía se mueve alrededor de las clases presenciales.
Más en una ciudad como Puebla, ciudad que tiene el mayor número de universidades en el país y que esta industria de la educación tiene mucho valor en nuestra economía desde hace ya varios años.
La productividad económica se beneficia de ello. Depende de ello en cientos de familias poblanas que viven de esto.
En días pasados, el secretario de Salud de Puebla, José Antonio Martínez García, reconoció que no hay fecha para la vacunación de menores de cinco años en adelante, parece que el tema va para largo.
Aunque también es un grupo de edad que tiene menor riesgo de contagio y luego de gravedad en la enfermedad. Aunque el riesgo estará siempre presente. Hay que reconocer que los contagios, tampoco han desaparecido.
Sin embargo, están en 10 por ciento o menos de lo que hubo en los periodos más bajos de las cuatro olas de contagios que hemos atravesado.
Hemos regresado, en algunos casos y casi sin notarlo, a la cotidianidad. Al menos las universidades más importantes como lo son la BUAP, la UDLAP, el Tec de Monterrey, el Anahuac y la Ibero, ya han anunciado que a partir del mes de agosto, las clases ya serán ciento por ciento presenciales, hacia esa normalidad nos estamos moviendo. Una que poco a poco hemos venido asimilando y que hemos aprendido a entender.
Es la vida, después y todavía con la COVID.