Embarazo en la adolescencia no necesariamente provoca que ellas dejen la escuela

  • Investigador invitado de la IBERO presenta resultados de ‘Embarazo durante la adolescencia y trayectorias educativas. Desigualdades en el curso de vida de jóvenes que no habían concluido la educación básica’

Pedro Rendón/ICM

El embarazo durante la adolescencia -entre los 12 y 19 años- no necesariamente provoca la salida de la escuela por parte de ellas, reveló la investigación Embarazo durante la adolescencia y trayectorias educativas. Desigualdades en el curso de vida de jóvenes que no habían concluido la educación básica, coordinada por el Dr. Manuel Triano Enríquez, investigador invitado del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

Al presentar los hallazgos de este trabajo en el Espacio Educación en Reflexión, del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) de la IBERO, Triano afirmó que “la fecundidad adolescente no está entre los motivos sistemáticos ni principales para interrumpir la trayectoria educativa de las mujeres” y, en cambio, los factores que sí inciden en su salida de la escuela son: la falta de planteles, la ausencia de becas pertinentes, las políticas escolares de atención a la reprobación mal diseñadas o implementadas, el desinterés de las jóvenes y el bullying.

En la investigación, que recibió apoyo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y del INIDE, se analizaron las trayectorias escolares y curso de vida de las beneficiarias de la Beca de Apoyo a la Educación Básica de Madres Jóvenes y Jóvenes Embarazadas (Promajoven), radicadas en algunos municipios de Chiapas, Chihuahua, Quintana Roo y Querétaro.

Al relatar lo que fue la investigación, el doctor mencionó que el embarazo y la maternidad durante la adolescencia son fenómenos sociales con interpretaciones diversas por parte de las jóvenes, sus familias, sus parejas y sus grupos de pares, así como de los académicos que estudian el tema. Un primer punto de vista, el del sentido común, sostiene que el embarazo adolescente interrumpe las trayectorias de vida de las jóvenes, y tiene consecuencias de mediano y largo plazo porque conduce a trampas de pobreza –pues su salida de la escuela interrumpe su acumulación de capital humano, lo que les deja en una situación de vulnerabilidad-.

Otro punto de vista señala que las mujeres que se embarazan durante la adolescencia viven en microcontextos donde hay servicios de salud sexual y reproductiva limitados, mercados de trabajo crecientemente precarizados, y pocas oportunidades laborales y para continuar estudiando la educación media superior, que les impiden seguir con una carrera educativa.

Y tras estudiar de manera minuciosa la secuencia de eventos de las jóvenes de su investigación, lo que Manuel Triano encontró fue que el embarazo durante la adolescencia con frecuencia ocurrió, en mayor medida, derivado de la unión conyugal; y la deserción escolar fue posterior a esto -pero previo al embarazo-. De tal manera que no se puede afirmar que el embarazo fue el motivo por el que estas jóvenes abandonaron sus estudios.

“Esto quiere decir que el embarazo durante la adolescencia tiene un sentido específico dentro de un proyecto de vida particular de las jóvenes, que no necesariamente es un evento inesperado que las toma por sorpresa, que les cambia el rumbo de la vida que tenían y las lleva a caer en esas trampas de pobreza”.

En la investigación se estudiaron las características de los microentornos en los que viven jóvenes radicadas en: Guachochi, Chihuahua -que es la entrada a la Sierra Raramuri, un lugar con alta presencia indígena-; Colón, Tolimán y Querétaro, Querétaro; Tonalá, Chiapas; y Quintana Roo -muy cerca de Bacalar, en una zona de migración de población maya guatemalteca-.

En estos cuatro contextos se encontraron representaciones de género fundamentalmente tradicionales, o sea, que el hombre debe dedicarse al trabajo productivo fuera de casa y la mujer al reproductivo, de cuidados y afectivo en la vivienda. Además, hay una percepción ampliamente difundida que considera que no vale la pena que las mujeres estudien porque esa es una inversión que se desperdicia porque se van a casar.

Las uniones conyugales no eran sancionadas ni civil ni religiosamente, sino comunitariamente -se hacía pública la unión y se celebraba una fiesta-; y estaban formadas por parejas con diferencias de edades de 10 años –algo común- y en algunos casos extremos de hasta 40 años. La vida sexual iniciaba pronto, y aunque existe información sobre el uso de anticonceptivos, no se usan de manera sistemática sino hasta después del primer embarazo, cuando en las unidades de salud les ofrecen los métodos anticonceptivos.

Los telebachilleratos son un servicio emergente para estudiar la educación media superior. Y en cuanto a los mercados laborales, la pesca y la construcción es lo fundamental en Chiapas, la siembra de autoconsumo y el trabajo como jornaleros agrícolas temporales en Chihuahua, el turismo en Quintana Roo y la ocupación en la industria automotriz en Querétaro.

Dicho lo anterior, la investigación se dividió en cuatro grupos, encontrando los siguientes hallazgos:

1. Jóvenes beneficiarias de Promajoven que concentran mayores desventajas. Integrado por mujeres que fueron beneficiarias de este programa entre 2015 y 2018, indígenas, residentes en áreas rurales y que estudiaban en un sistema de educación abierto.

Se encontró que salieron de la escuela porque se les exigió desempeñar el rol de cónyuges o de cuidadoras, y hacerse cargo de las tareas domésticas y afectivas de sus hogares recién creados y de los de origen, por lo que no había tiempo para estudiar o trabajar fuera de casa.

También salieron de la escuela por no tener recursos económicos suficientes para pagar las cuotas voluntarias y por hablar una lengua originaria –y las distintas dificultades asociadas con este hecho, como el miedo a que se burlaran de ellas-. Además, había un franco desinterés por los estudios.  Y aunque en este caso las jóvenes dejaron de estudiar antes de embarazarse, algunas regresaron al sistema educativo abierto por el “orgullo” de poder participar en el proceso educativo futuro de sus hijos/as cuando entraran a preescolar o a la primaria.

Los familiares de las madres adolescentes desempeñaron un papel fundamental para ellas puedan regresar a estudiar, pues sus madres y suegras les cuidaban a sus hijos/as mientras ellas iban a los espacios educativos a recibir asesorías o a presentar sus exámenes. Esto les implicó a las jóvenes levantarse en la madrugada para cumplir con sus tareas domésticas y de cuidado, lo que les alargaba la jornada y hacía más difíciles las cosas.

La relación con el compañero resultó fundamental, si él tenía una percepción positiva sobre la educación, estaba de acuerdo con que ella estudiara y la apoyó al cuidar a los niños. Importantes fueron también los modelos de rol, es decir, cuando hermanos o amigas alcanzaron niveles educativos superiores, lo que entusiasmó a las madres adolescentes a querer hacer lo mismo.

La convivencia con el grupo de pares también fue otro factor importante, o sea, hacer amigas y conocer nuevas personas fue motivo suficiente para que ellas quisieran regresar a un espacio escolar, aunque fuera de educación abierta, en la que no hay un contacto constante. Y al ser el sistema no escolarizado un espacio más íntimo y cercano, las jóvenes que hablan una lengua originaria pudieron expresar con mayor franqueza sus dudas, incluso en su idioma materno, que a veces entendían las asesoras educativas.

En este escenario Promajoven representó “sólo un pequeño impulso extra para que las jóvenes retomaran su trayectoria educativa, pero no era algo que fuera parte de la motivación principal. Por lo que nosotros entendimos, las jóvenes de cualquier manera hubieran regresado a estudiar con o sin la beca de Promajoven”.

2. Jóvenes que eran beneficiarias, pero que tenían menos desventajas. Eran de ámbitos urbanos, mestizas, con acceso a sistemas de salud y beneficiarias de Promajoven.

Como motivos principales de su deserción escolar tuvieron: recursos insuficientes en el hogar, desinterés en la escuela, enfermedades o fallecimiento de un miembro del hogar -que desajusta la relación de proveedores y consumidores en el hogar, y que exige que la fuerza de trabajo secundaria se incorpore al mercado-.

Las cosas que provocaron que después de un tiempo regresaran al sistema educativo, abierto, fueron: el orgullo de poder enseñarle a sus hijos y, particularmente, poder mandar mensajes de texto por celular, por ejemplo, a sus hermanas; esto último, “era algo que las motivaba a aprender a escribir y a leer bien”.

En sus uniones conyugales hay un patrón patrilocal claro, porque cuando se unieron, la pareja se fue a vivir a la casa del joven –a un cuarto o terreno-, donde estaban su papá y su mamá. Las suegras de las chicas desempeñaron un papel importante, porque se hicieron responsables de introducirlas en la maternidad.

En este escenario, de jóvenes con menos desventajas, paradójicamente se encontró que la beca de Promajoven desempeñó un papel más claro en su regreso al sistema educativo. “Aquí sí fue un interés franco de muchas de ellas de decir, yo regreso porque quiero recibir el apoyo, y si tengo que estudiar, es algo que voy a hacer para seguir recibiéndolo”.

3. Jóvenes que se embarazaron o fueron madres durante la adolescencia, que cumplían con los criterios de elegibilidad del programa, pero nunca fueron beneficiarias.  Entre estas jóvenes se encontró que siguieron siendo importantes los recursos insuficientes y las representaciones de género, con exigencias claras de sus parejas de decirles, o la escuela o el matrimonio, o la escuela o eres mamátú decides qué quieres hacer, o estar en el hogar o irte a estudiar.

También hubo episodios de violencia verbal e incluso física de parte de las parejas, porque las jóvenes iban a estudiar al sistema escolarizado y sus compañeros se ponían celosos, temían que los engañaran. Entonces ellas decidieron salirse de la escuela para no tener problemas.

Empero, algunas de ellas regresaron a estudiar, pero sin compañeros fijos todo el tiempo, porque iban sólo a asesorías o a presentar exámenes, y la mayoría de sus compañeros eran otras mujeres. Pese a que este espacio se prestaba un poco más a que continuaran estudiando, no era suficiente para que mantuvieran una trayectoria escolar.

Las de mayor edad que sus compañeras, que comenzaron a rezagarse en los grados, se sintieron incómodas por esto y eso las llevó a no querer seguir estudiando. Sin embargo, terminaban por regresar por interés propio, el apoyo familiar y los modelos de rol. Aquí el papel de Promajoven fue secundario en la trayectoria de estas jóvenes, y no fue un elemento central ni en su regreso ni en su continuidad en el sistema no escolarizado.

4. Jóvenes que no fueron beneficiarias y que tenían menores desventajas. Ya sea que en 2015 estaban inscritas y salieron después por cualquier motivo, o bien nunca fueron beneficiarias a pesar de cumplir con los criterios de elegibilidad.

En este grupo se observaron prácticas y representaciones de género, estigmatización, desinterés y el factor económico, como los motivos de deserción. Y el interés personal y el apoyo familiar, para regresar después al sistema educativo.

Algunas jóvenes de este grupo nunca oyeron hablar de Promajoven, y quienes sí, tenían información equivocada. Por eso, Promajoven sí incide, pero de una manera negativa, “como un elemento del Estado que debería estar presente y que está ausente, porque ellas podrían haber sido beneficiarias”.

En Querétaro y en Quintana Roo hubo algunas asesoras educativas que tenían información equivocada sobre el programa y creían que era sólo para madres solteras, no para cualquier joven embarazada, “entonces chicas que podrían haber accedido no lo hacían porque las asesoras educativas tenían información incorrecta”.

Conclusiones 

Como parte de las conclusiones de la investigación, el Dr. Manuel Triano Enríquez mencionó: “El embarazo y la maternidad durante la adolescencia en efecto no están entre los motivos principales de la interrupción de la trayectoria escolar de las jóvenes. La evidencia que yo encontré apunta en este sentido, robustece esta idea, que es un poco contra cierto sentido común que tenemos muchas personas”.

Las que sí son fundamentales son las diversas prácticas en torno a las representaciones de género, en particular las relacionadas con el papel de cónyuges y de madres, y el desprecio por la escolaridad de las niñas, o sea, considerar que la inversión en la escolaridad de las mujeres es un desperdicio porque se van a casar. Los recursos económicos insuficientes son transversales a los cuatro grupos estudiados y el desinterés es un factor recurrente.

Y, finalmente, “Promajoven no parece en realidad contribuir a que las jóvenes se inscriban, permanezcan y concluyan la educación básica. Es un elemento más que está ahí, pero no es algo que parece que haya hecho una diferencia en la historia de estas jóvenes”.

Un elemento que puede estar incidiendo en esto es el monto de la beca -850 pesos mensuales-, que parece arbitrario, no responde a buscar que cubra un umbral de gastos en ningún sentido, no se actualiza con la inflación y en los hechos no se entrega de manera bimestral -como establecen las reglas de operación-, pues en muchos casos se entrega de manera anual, lo que conduce a que muchas jóvenes no asocien su educación con la beca.

Y otra cosa que puede llevar a que Promajoven no funcione de la mejor manera, es que no siempre hay la mejor información en los operadores públicos locales para que identifiquen e incorporen al programa a las jóvenes que podrían recibir el apoyo.