Todas las personas en algún momento de su vida han experimentado dolor, ya sea muscular, derivado de un golpe, caída, cirugía; o bien, por alguna Enfermedad No Transmisible (ENT). De hecho, en padecimientos como diabetes, cáncer, fibromialgia, artritis y osteoporosis, entre otras, el dolor crónico (aquel que persiste 3 meses o más) es una variable presente en la vida de los de las personas. Se estima que nivel mundial es una de las causas más comunes de morbilidad y discapacidad y, sin embargo, es uno de los problemas de salud pública más subestimados[4].
De acuerdo con la Dra. Gloria de Lourdes Llamosa García Velázquez, Presidenta Electa de la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría, más de la mitad de las consultas de atención primaria están relacionadas con el dolor crónico[5] y el 68% de las automedicaciones se debe a este padecimiento[6], pues impacta en todos los aspectos de la vida de un paciente: en su actividad, emociones, motivaciones, relaciones interpersonales y su calidad de vida.
“Se estima que a nivel mundial este padecimiento afecta al 25-29% de la población[7] y, aunque no se cuenta en el país con una base epidemiológica, se calcula de manera conservadora que, aproximadamente de los 127 millones de mexicanos,[8] 29-30% sufren de dolor crónico, es decir, entre 30 y 40 millones de niños y adultos. Estudios señalan que, más del 41% de los adultos mayores de 50 años reporta dolor, teniendo mayor prevalencia en las mujeres (48%)[9], por lo que es imperante seguir impulsando su diagnóstico y tratamiento adecuado”, enfatizó la especialista.
Indicó que, desafortunadamente, la falta de información sobre el dolor ha impactado en dos vías: la primera es el consumo indiscriminado de medicamentos de libre venta que, sin duda, es otro grave problema de salud pública y que puede tener, incluso, consecuencias mortales para los pacientes. La segunda es verse resignados a sufrir, pues se considera “normal” dentro de algunas secuelas de accidentes o lesiones para los deportistas de alto rendimiento; o bien, en enfermedades crónicas no transmisibles o terminales. Sin embargo, gracias a investigaciones médicas y al cambio de mentalidad en beneficio del paciente, poco a poco, se ha dejado de normalizar y, sobre todo, se han tenido grandes avances en fármacos y técnicas capaces de evitarlo o controlarlo.
La Dra. Llamosa explicó que el dolor se define como la percepción de un estímulo negativo, el cual conjunta diversas sensaciones no placenteras (sensoriales, emocionales y cognitivas) y puede clasificarse por temporalidad en dolor agudo o crónico, donde el primero tiene un origen repentino causado por una lesión en los tejidos y es una señal de alerta sobre un posible daño, por ejemplo, una fractura[10].
En tanto, el dolor crónico es aquél que se prolonga más allá de la lesión y persiste más de tres meses[11], teniendo como consecuencias, si no se trata adecuadamente, dolencias graves que impiden una vida normal, el realizar ejercicio, dormir adecuadamente, participar en actividades sociales o laborales[12]. De hecho, se estima que personas con dolor crónico pierden un promedio de ocho días de trabajo cada seis meses y 22% de ellas al menos 10 días laborables[13], lo que implica un detrimento de su productividad y un impacto en la economía del paciente y su familia.
La Dra. Llamosa agregó que la mayoría de las Enfermedades No Transmisibles y terminales incluyen síntomas complejos molestos que deben ser integralmente valorados y tratados como el dolor, el cual es un componente importante relacionado con la presencia de angustia, aumento de la discapacidad y con cambios emocionales tales como la ira, la irritabilidad, la desesperanza, la ansiedad y la depresión, aspectos que se asocian a su vez con la disminución en la calidad de vida[14].
Explicó, además, que las personas afectadas con este padecimiento que han tenido que estar en confinamiento, como muchos otros, por la pandemia del COVID-19, puede empeorar su cuadro físico[15] por la falta de movilidad, posiciones para trabajar desde casa o mobiliario inadecuado, por lo que hay que darle el seguimiento adecuado con el médico tratante y, de ser posible, hacerlo a través de consultas a distancia o vía remota para reducir riesgos de contagio.
Finalmente, la experta enfatizó que “vivir sin dolor es un derecho del ser humano, por lo que la necesidad de cuidados paliativos y atención al dolor se deben incorporar a presupuestos y a las currículas del personal de salud y, que si bien, es un padecimiento que no se puede prevenir, el mantener un peso ideal, adoptar una alimentación saludable, hacer ejercicio en medida lo posible, controlar la ansiedad, dormir bien y, sobre todo, acudir a un médico para abordar un tratamiento individualizado, son medidas que harán una gran diferencia en su control”.