EN LAS NUBES
“Mis queridísimos José Antonio y Carlos. Sigo mal. Me tratan, pero el tratamiento es largo. Disculpen que no conteste. Espero que la próxima semana se mejore mi situación. Dios tiene la palabra. Un fuerte abrazo. Besos”.
Respondemos a nuestra amiga y colega Rusia MacGregor que un Ángel se preocupa cuando estás mal. Tus amigos se desviven para que estés bien. No lo olvides. CRG.
Y José Antonio Aspiros Villagómez:
“Querida amiga, cuánto daño te causaron esos infelices con su llamada telefónica, (anunciaron, falsamente, haberle secuestrado a su nieto, hijo de Antares) que ni tres médicos te pueden aliviar. Y creo que sólo ellos tienen el diagnóstico y el tratamiento.
Nos queda esperar que sean certeros con sus prescripciones e indicaciones, porque ya pasó tiempo y deberías haber mejorado. Desde la distancia sólo nos queda ayudarte con la energía que generan las oraciones y cuenta con las nuestras.
Un abrazo muy cálido para ti. No dejes de avisarnos cómo vas; también desde nuestros rumbos te tenemos presente. JA”.
Y desde su empresa “Maderas Finas”, allá en Chiapas, nuestro hijo Arturo Javier Ravelo Reyes, licenciado en administración de empresas, nos presume. Y nosotros, también a ustedes.
Nos dice:
“Sí, ya sabemos que usar frases y refranes es muy de abuelos y bisabuelos, como tú comprenderás, pero la verdad es que de repente nos sorprendemos a nosotros mismos al decir “este fin anduve del tingo al tango” y cosas similares.
Todas las frases tienen un origen, pero a veces las escuchamos tanto que no nos ponemos a pensar de dónde vienen.
Ahí te van algunas, para que te des un quemón:
Andar del tingo al tango
Tingo, conocido también como Villa de Tingo, es un poblado peruano que pertenece a Arequipa. Geográficamente, Perú se ubica al noroeste de Argentina, país originario del tango.
Andar del tingo al tango significa entonces, literalmente, andar de arriba para abajo, de Perú a Argentina.
¡Y se armó la gorda!
“La Gorda” era el nombre con el que los andaluces conocieron a la Revolución Española de 1868, que puso en tela de juicio el reinado de Isabel II.
Hubo muchos intentos de levantamiento, pero sólo la Gran Revolución, La Gorda, fue capaz de tumbar al régimen monárquico.
Sepa la bola
Esta frase surgió en los tiempos de la Revolución Mexicana.
Aunque los ideólogos de este movimiento eran en su mayoría clasemedieros, en los levantamientos callejeros había de todo, campesinos, mujeres encabritadas, militares…
A este grupo tan dispar se le conocía como “la bola”, una bola de gente bien diferente que lo único que tenía en común era querer tirar a don Porfirio Díaz (Don Porfis, pa’ los cuates).
Cuando había destrozos o saqueos y no había a quién echarle la culpa, la gente simplemente decía que había sido “la bola”.
Desde entonces decir “sepa la bola” es una manera de expresar “a mí ni me veas, yo qué” cuando alguien pregunta quién es el responsable de algo.
La tercera es la vencida
Existen dos teorías acerca del origen de esta frase:
la primera es en la lucha cuerpo a cuerpo, donde al derribar tres veces al oponente, el contendiente salía victorioso.
La tercera caída a la lona se convierte entonces en la victoria segura, el fin de la lucha.
Sin embargo, la teoría más aceptada (y también la más oscura) se remonta al ejercicio del derecho en los siglos XVI y XVII.
En aquellos tiempos, si un ladronzuelo reincidía y se le encontraba culpable de hurto tres veces, se le colgaba en plazas públicas como muestra de que la autoridad no se andaba con jueguitos.
No como ahora que no hay limite de tiempo. Ni número de murtos, atentados, atracos, secuestros y etcétera
¡Aguas!
En tiempos de la Colonia era muy común no tener un sistema de drenaje en casa, así que la manera más práctica de deshacerse del agua puerca era tirarla por los balcones.
Esta agua era el producto del aseo de los trastes, la ropa y por supuesto, de las bacinicas.
Para avisar que esta agua iba a ser arrojada y no le cayera a algún pobre incauto, se gritaba “aguas”.
En aquel entonces no existían los audífonos.
El que quiera azul celeste, que le cueste
Además de ser el nombre de una rola de Paquita la del Barrio, esta frase tiene un origen curioso.
Antiguamente, el lapislázuli era un mineral casi tan preciado como el oro por el costo de su extracción y transportación.
El azul celeste ocupado para los cielos de los retablos de las iglesias se obtenía mezclado lapislázuli con blanco.
Ya se pueden imaginar: ponerle azul a los cuadros era carísimo.
Los jerarcas de la Iglesia adoptaron esta frase como analogía y se la aplicaban a sus feligreses: “Al que quiera entrar al azul celeste, reino de los cielos. Qué le cueste Pues órale, paguen el precio”.
Un ojo al gato y otro al garabato
Antaño, en el caso de las carnes, se preparaban embutidos que aguantaban más el proceso de descomposición. Y se colgaban en fierros conocidos como “garabatos”
Antiguamente todas las casas contaban con al menos un gato, que era la manera más sencilla de mantener a raya a los ratones.
Sin embargo, los felinos solían treparse a los garabatos para atascarse los chorizos de la casa, por lo que había que estar con un ojo al gato y otro al garabato.
Gracia al cuarto y último de nuestros hijos, Bety.