Gabriel Sánchez Andraca
El futuro de los partidos políticos en Puebla y en todo el país, dependerá de que estos organismos cumplan con su responsabilidad de formar a hombres y mujeres con oficio político y responsabilidad social.
La situación que están viviendo el PRI y el PAN actualmente, es consecuencia del total abandono de esa responsabilidad, que debería ser atendida en forma prioritaria.
Un político debe conocer la historia de México y la de su estado natal, las necesidades prioritarias de la población de su entorno. Debe tener sensibilidad social para que la gente crea en él, ganarse la confianza de todos los sectores sociales, dialogar frecuentemente con ellos, saber analizar los problemas y hablar con claridad: que se puede y que no se puede.
Solo así se podrá llegar a tener gobiernos municipales, estatales y federales honestos, eficientes, responsables y confiables.
No hacerlo, dedicarse a la “grilla” que incluye la guerra sucia o guerra de lodo, es fácil y barato, pero nefasto para la vida nacional.
POR DESGRACIA LA MEDIOCRIDAD QUE PRIVA entre los políticos que ocupan puestos directivos, los hace ni siquiera tener idea de la enorme responsabilidad que tienen; ellos luchan por los intereses propios o del pequeño grupo al que pertenecen.
Sus metas son muy simples: ocupar un puesto de elección popular, sea de diputados federal o local, ser presidentes municipales, regidores o síndicos y si se pueden aspirar a más. El caso es tener poder y recursos para darse una buena vida.
Todo esto es consecuencia de su falta de formación. Pueden ser profesionistas brillantes egresados de las más prestigiadas universidades nacionales o extranjeras y ser nefatos en puestos de gobierno, que ejercen con la única finalidad de lucro personal y poder de grupo que mantienen después de haber ocupado un buen puesto.
EL GRUPO LIBERAL QUE DURANTE MAS DE treinta años estuvo en el poder, es un ejemplo de lo que decimos.
Egresados de las mejores universidades gringas, con títulos de doctorado en economía principalmente, se colocaron por encima de todos los mexicanos, porque nadie sabía lo que ellos sabían, porque eran doctores en economía o en sociología o en historia, el caso es que se sentían superiores, incluso a profesionales egresados de la UNAM o de universidades de provincia. Es más, ellos ni siquiera se sentían mexicanos como lo han demostrado. Después de ser presidentes, ¿dónde están Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Enrique Peña Nieto? Por otras razones, pero consecuencia de lo mismo, ¿dónde está Felipe Calderón? Todos andan en el extranjero por convenir a sus intereses o por miedo a los que fuimos sus gobernados.
EN NUESTRA HISTORIA HA HABIDO MUY BUENOS gobernantes, que supieron ganarse el cariño del pueblo y que dejaron beneficios para las clases populares que son las mayoritarias en esta nación.
Lázaro Cárdenas, al que más se recuerda por la expropiación petrolera, por el impulso que dio a la educación y a la salud del pueblo, por su cercanía con los sectores más humildes, por haber creado el Instituto Politécnico Nacional, las Normales Rurales, por la Ley Federal del Trabajo y el reparto agrario, entre otras muchas cosas; Manuel Avila Camacho, por la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social y su trato con la gente; a don Adolfo Ruíz Cortines que tenía un colmillo político enorme que le permitió gobernar sin sobresaltos y con un manejo austero y beneficioso de la economía; Adolfo López Materos, de gran simpatía y empatía con la población, que nacionalizó la industria eléctrica; Díaz Ordaz, (aparte de los errores del 68) dejó al país con una deuda de 5 mil millones de dólares, exportando maíz, frijol y arroz, entre otros productos, que nos daban independencia alimentaria; Luis Echeverría, creador del INFONAVIT.
La debacle empezó con los más sabios pero menos patriotas presidentes educados esmeradamente en el extranjero, donde deberían haberse quedado y donde están ahora, después de vivir en México unos años haciendo estropicios desde el gobierno.