Enrique Avilés Estrada

(En estas circunstancias me separo de dudas y medrosos titubeos y me apresto a aceptar los escarceos que acompañan el último disparo)

 

Del poemario SON – SONETOS, contenidos en el libro Ámbar: Espejo del instante

 

No debiera

No debiera extrañarte, pero lo hago,

extraño tus trampitas cotidianas,

tu berrinche infantil en las mañanas

y tu ligera vocación al trago.

 

Recuerdo en el momento en que divago

acerca de tus fugas cortesanas

cuando de sexo ajeno tenías ganas

y te urgía la presencia de algún vago.

 

No debiera extrañarte, pero temo

que en tu degradación, algo blasfemo,

me incorporó a tus ganas amatorias.

Y quedé en el poder de algún conjuro

antes de conocer tu lado obscuro

y tus decamerónicas historias.

 

Advertencia

Que haría yo si volvieras, brevemente

te lo puedo decir, yo no quisiera

que la herida que hiciste se reabriera,

no necesito hundirme en la corriente.

 

De tu pasión ficticia y recurrente

pérdida en otra alcoba temporera,

no me engaña tu farsa vocinglera

ni tu mustia actitud de adolescente.

 

Yo te puedo afirmar, no me interesa

ni tu disfraz de falsa vampiresa,

ni tu frailesco aparentar de loba.

Puedes seguir tu viaje, te aseguro

que encontrarás un sitio más obscuro

que la frugal tibieza de mi alcoba.

 

 

 

 

Acechanza

Cuando se quiere amar no se requiere

que te quieran igual, solo precisas

que te regalen una o dos sonrisas

y una caricia si es que se pudiere.

 

Aquel que desdichadamente quiere,

debe olvidarse ya de las premisas

de que le van a amar sin cortapisas,

ya que el amor sin excepción te hiere.

 

Pero debes jugar, no te atrincheres

en cárcel de cristal, pues las mujeres

van a acecharte igual, agazapadas

esperando tu paso por su coto,

para llevarte a ese lugar ignoto

de araños, de caricias, de miradas.