Infobesidad, la pandemia silenciosa sin freno

SABERSINFIN

 Abel Pérez Rojas

 

 

“Infobesidad, especie de sobrepeso por tanta información”.

Abel Pérez Rojas.

 

La infobesidad, saturación que padece una persona, debido a que tiene a su alcance una gran cantidad de información al mismo tiempo, se ha convertido en una pandemia mundial que avanza sin freno.

Escribo en torno a lo anterior, debido a que la semana que concluye publiqué en Sabersinfin.com un boletín informativo acerca de una conferencia convocada por la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad (COUS), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), denominada: Internet: huella de carbono y los comunes intangibles”, impartida por Jean Luc Lenoble, asesor y consultor de la máxima casa de estudios en marketing digital y redes sociales.

Fue tal la polémica que generó dicha nota y los insultos hacia mi persona, que decidí detenerme a reflexionar un poco más sobre la infobesidad; ya lo haré sobre otros aspectos más adelante.

¿Qué es y cómo surgió el concepto infobesidad?

La infobesidad, como lo sugiere la palabra, se trata de una especie de “obesidad” informativa, es decir, consumimos tanta información que ésta se acumula en nosotros y nuestro entorno cercano, ocasionando con ello, efectos perniciosos en lo individual y en lo colectivo.

A la infobesidad también se le conoce como infoxicación o sobrecarga informativa, el término original en inglés es information overload, incorporado por Alvin Toffler en su obra Future Shock (El Shock del Futuro, 1970).

A cincuenta años de acuñado el término, queda claro que la infobesidad es una característica innegable de las sociedades actuales, y que, cada vez son más los casos de personas adictas a la información, o, mejor dicho, a la desinformación o a la evasión de la realidad a través de permanecer largos periodos de su vida conectados con el ciberespacio a través de dispositivos móviles.

De ninguna manera es irresponsable calificar como pandemia a la infobesidad, pues cumple a la perfección dos de las cualidades esenciales: que afecte a más de un continente y que los casos sean transmitidos comunitariamente.

Sólo para tener cierto punto de apoyo sobre lo anterior, debe tenerse presente el repunte que tuvo el tiempo de permanencia en Internet con motivo del confinamiento provocado por la contingencia sanitaria del Covid-19.

Hasta antes de la contingencia sanitaria, las personas con acceso a Internet, pasaban 50 días completos al año conectados, es decir, un promedio de 3 horas y 15 minutos, de acuerdo con el informe Online Nation.

Con la contingencia sanitaria, según Jean Luc Lenoble, el Covid-19 provocó un aumento “de 70 por ciento de usuarios de teléfonos móviles, 47 por ciento de laptops, 33 de PC o computadoras de escritorio y 32 por ciento de smart tv”.

No suena descabellado el dato por el cual sabemos que actualmente hay más equipos de telefonía móvil en el mundo, que número de personas.

A lo anterior, hay que agregar que de acuerdo con los resultados que arrojan diversos estudios sobre las preferencias de navegación de los usuarios de Internet, sabemos que la gran mayoría de personas gira en torno a ciertos círculos viciosos centrados en pasar la mayoría de su tiempo en sus redes sociales.

Facebook, Twitter, Instagram y Youtube, son los centros que acaparan el tiempo de vida de los internautas, así como las nimiedades y superficialidades el foco de atención de las personas.

Estoy consciente que no todo es negativo en Internet, por supuesto que hay proyectos y esfuerzos verdaderamente admirables en el ciberespacio; también me queda claro que gracias a Internet hoy podemos acceder a otras situaciones imposibles en el pasado; pero no podemos ocultar que estamos siendo víctimas de una pandemia infrenable, fácilmente manipulable por los verdaderos dueños del mundo y de efectos nocivos incalculables como la huella de carbono para sostener la gran red sobre la que se despliegan los entornos digitales y los padecimientos psicológicos, mentales, físicos y de convivencia que apenas podemos avizorar.

Hay que ser conscientes de todo esto, hacer un uso racional y selectivo de Internet y prepararse a dar una batalla desigual en un mundo pandémico.

Vale la pena darse cuenta. Vale la pena intentarlo.

Nos vemos la próxima semana, hasta entonces.

 

Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es escritor y educador permanente. Dirige Sabersinfin.com