FLAVIA LUCILA DOMÍNGUEZ VERGARA. Nació el 12 de mayo de 1950, en Huitchila, municipio de Tepalcingo, Morelos, México. Su experiencia en la escritura incluye dos libros: Vuelo sin fin y Mi vida es una bella tarde. Es coautora de veintitrés antologías: Cartas a las mujeres de mi vida, Poemando en Cuernavaca, Bajo la bugambilia, Zapata cabalga en mis letras, Pasos hacia la Paz 2019, 2020 y 2021, Zapata Imaginado, Sentimientos Libertarios, Pecados Capitales: IRA, ENVIDIA y SOBERBIA tomos V, VI y VII, Poniendo la mano sobre el corazón, Desde la casa del General, Sabersinfin I, Antología Latinoamericana de la Poesía Cristiana en Baigorria Argentina, Amorosa, Ingratitud, Mi historia 2020, Amor es…, 1821 – 2021 Conmemoración de los 200 años de la Independencia de México, entre otras. Participa en taller literario con la Doctora Ethel Krauze, desde 2015.
Confundida
Hace tiempo sentí pasar la vida,
observé que pasaron tantas cosas
que en el recuerdo veo casi borrosas,
por una concepción mal entendida.
Sin darme cuenta estaba yo perdida
en acciones inútiles y sosas
que no me fueron nada provechosas,
a cada día me vi, más confundida.
El tiempo, para mí fue remolino
que en sus ondas me tuvo sumergida
convertida en un aspa de molino.
Después de muchos años comprendí
que era yo, quien pasaba por la vida.
Y de apenas ayer, heme hoy, aquí.
Covid-19
I
Si crees que me das miedo te equivocas.
Yo crecí entre los virus y bacterias
padecí fiebre aftosa y cosas serias:
sarampión y viruelas de las “locas”.
Vi de cerca: Derriengues; “Vacas locas”;
Equino encefalitis y miserias
en porquerizas llenas de bacterias.
Igual que ellas, la muerte, tú provocas.
No conozco tu cara, sin embargo,
la muerte me confirma tu presencia
dejando muy en claro tus poderes.
Coronavirus, vas con paso largo,
torturas la psicosis con violencia,
estoqueas el alma. ¿Qué más quieres?
II
Sin duda llegará la cuarta ola
de esta larga pandemia que, ya pesa,
golpeará con martillo mi cabeza
y estaré frente a ti aislada, sola.
Los trastornos mentales, harán bola
mis juicios, abatiendo mi entereza.
Y siendo de tus garras frágil presa,
la llama que a mi espíritu acrisola,
quizá en mi salvación se constituya,
brindándome la fuerza que despierte
el coraje que mi ánimo requiera.
Dirás cuando la cuarta ola, huya,
convencido de haberme visto fuerte:
¡Dios quiso que, por mí, no se muriera!