Ya no creo en el ejército

José Antonio López Sosa

 

CANCÚN, QUINTANA ROO.- Aún recuerdo cuando a los 18 años, me tocó bola blanca y fui a hacer mi Servicio Militar Nacional en el Batallón de Infantería en el Campo Militar número 1. Ahí, yendo todos los sábados de madrugada y quedando algunos arrestado hasta el domingo, aprendí por qué mi vocación no era ser militar: obedecer sin cuestionar. Pero al mismo tiempo entendí lo loable de la labor del Ejército Mexicano. A pesar de las páginas negras de 1968, a pesar de las veces que el PRI en el viejo régimen, los sacó a combatir a la población civil y a realizar actividades de persecución política y social de la mano de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS). Era un renovado ejército, el del Plan DN3, el que auxiliaba a la población civil y el que su sola presencia representaba tranquilidad y confianza. Era el año 1995.

 

Poco a poco esa imagen se fue minando: Aguas Blancas, el Gral. Gutiérrez Rebollo, Tlatlaya, la inútil guerra de Felipe Calderón que los sacó de los cuarteles, los alumnos asesinados en el Tec de Monterrey, los 43 de Ayotzinapa, así a cada momento ese orgullo por nuestro Ejército Mexicano se fue transformando en vergüenza.

 

Ver a la Marina Armada llevando a cabo operaciones en tierra, por la poca confianza de los sistemas de inteligencia al Ejército Mexicano, cosas que fueron minando la confianza hacia esta institución garante de la soberanía nacional. Decenas de crónicas que escuché de Ciudad Mier, Veracruz, Chihuahua, Baja California, donde se notaba una clara colusión de parte del ejército con las bandas criminales, todo eran rumores, nada claro hasta entonces.

 

El mes pasado en los Estados Unidos –en el aeropuerto de Los Ángeles– detuvieron como todos sabemos, al Gral. Salvador Cienfuegos Zepeda, la justicia de nuestro país vecino tiene pruebas claras de su participación en acciones con organizaciones criminales y lavado de dinero. El Ejército Mexicano tocó fondo, el descrédito fue público y no había duda de eso que se rumoró desde el sexenio de Calderón o quizás antes. Por fin habría justicia y sabríamos hasta dónde y qué partes del ejército están podridas.

 

En un minuto todo cambió, Marcelo Ebrard salió a explicar lo inexplicable, lo impresentable: México exigió a los Estados Unidos retirar los cargos y dejar en libertad al general Cienfuegos.

 

Marcelo Ebrard perdió toda credibilidad sobre sus discursos, no dio una sola entrevista y ahí sigue, haciéndole el juego a los mandos militares.

 

El presidente defendió lo impresentable también, él quizás más acostumbrado en los últimos meses, la «Cuarta Transformación» perdió también toda credibilidad cediendo ante el poder militar.

 

Ganó el Ejército Mexicano, el poder militar doblegó al civil. Ya no creo en el Ejército Mexicano, da vergüenza en lugar de orgullo y ahora más que nunca, habrá que temerle.

 

Los militares presionando y fuera de los cuarteles son muy difíciles de controlarse y devolverlos a lo suyo. A ver qué nos espera.