Donde no existe la pieza ideal para una función, hay que hacerla
Xavier Gutiérrez
En alguna medida Pepe Chedraui representa lo que López Obrador detesta, y sin embargo algunos se empeñan en colocarlo en la Presidencia Municipal de Puebla.
Cuestión de revisar antecedentes. El señor Chedraui, un varón de la aristocracia poblana, ha sido en los hechos el antípoda de lo que López obrador desea separar de la política. Ha sido figura muy estrecha con los presidentes del país. Su identificación con el PRI y todo lo que este ha representado, incluido el combate al lopezobradorismo, lo ha situado como aliado fidelísimo del poder.
Esta en el centro de la diana de lo que la Cuatro T define como una alianza entre empresarios y políticos para administrar el poder en el país y un estado como Puebla. En ese orden de jerarquías.
Y sin embargo, va.
Cierto que no es el único símbolo de la reacción trepada en el poder en esta feria de simulaciones, traiciones y camaleonismo. Jorge Estefan aparece como su embajador, también embadurnándose de guinda en las últimas horas.
Una caterva abandona ruidosa y cínicamente al PRI. Igual que sucede con las ratas en el naufragio del barco. Olvidan todos que el que traiciona una vez, lo hará gustoso nuevamente más adelante.
Bruto le había jurado lealtad a Julio César. Y Judas a Jesús.
Por lo demás, Morena tiene aquí en la capital una reserva paupérrima de dónde echar mano. Suman poco más de veinte los que se publicitan, pero la espesa mayoría carece de las elementales credenciales para el cargo al que aspiran.
Gran número de ellos son recién llegados. O quedan muy lejos de los requerimientos, no dan la talla. O lo peor, se trata de arribistas que tienen como único requisito la oriundez poblana, nada más.
Hoy los tiempos requieren, reclaman otros atributos. La sola credencial de elector equivale a lo que antes un solicitante de trabajo decía “de lo que sea”.
Aquí en la zona metropolitana, los morenistas necesitarían un candidato con arraigo, militancia y compromiso de raigambre, un elemento con visión, carisma e identificación con el poliedro social que es la plaza donde reside más de un tercio del padrón electoral.
Un acarreador de votos y ensamble perfecto con Armenta.
En una palabra: otro Armenta.
Frente a esta realidad hay dos caminos: el más cercano a ese ideal. O bien, hacerlo.
Donde no hay camino, hay que hacerlo. Es el hombre el que crea y modifica la circunstancias en la que aparece como figura estelar. No es la circunstancia la que se acomoda al sujeto.
Pepe Tomé, en la Comunicación
Otro flanco distinto es el que se aprecia en el manejo de la comunicación en la campaña de Alejandro Armenta.
Ahí Pepe Tomé ha entregado magníficas cuentas en comunicación y propaganda.
Ha recurrido a su marca de origen. El reporterismo para la televisión le dio tablas y relaciones. Se ha comportado con modestia y sin protagonismo. Bien sabido es que en estos ámbitos es común resbalar y creer que la cercanía con el poder y sus derivados impele al responsable a figurar como estrella en lugar de servidor.
Ahora le han encomendado la comunicación social de Morena en el estado. Otro escalón más.
Ha sido una figura importante en la construcción de la candidatura al gobierno. Bien por ello.