José Antonio López Sosa
El presidente López Obrador se mostró esta semana, como hacía años que no lo veíamos: iracundo.
Al presidente le molesta todo aquello que cuestione sus ideas, su gestión o simplemente su palabra. Una vez más arremetió contra periodistas, medios de comunicación y sociedad en general, ¿la razón?, que se atrevieron a cuestionar el estilo de vida de su hijo.
Uno de los objetos de sus insultos, fue Carmen Aristegui, una de las periodistas más valientes que tenemos en el país, según el presidente la periodista miente y, todo aquel medio de comunicación o periodista que le critique, obedece a intereses pagados y patrocinados por su adversarios.
La ira por lo regular, denota la falta de inteligencia, resulta complicado entender como aquel candidato que criticaba férreamente al sistema, que defendía los derechos de los periodistas, hoy lleno de ira, arremete cada que puede desde su tribuna en Palacio Nacional contra los periodistas que le critican.
López Obrador se mostró iracundo, eso representa la forma en que se conduce en lo privado, a pesar que en lo público finja la sonrisa todas las mañanas al comenzar su conferencia de prensa cotidiana.
El problema no solo es el presidente López Obrador sino el sistema político mexicano, a ningún presidente le gusta la prensa ni los periodistas, sólo aquellos que son a modo.
Echeverría atestó el golpe contra el Excélsior de Julio Scherer; López Portillo aquilató el «no pago para que me peguen» y ahogó a periodicos a través de PIPSA y el papel; Miguel de la Madrid encargó a su secretario de gobernación Manuel Bartlett, control absoluto de los medios de comunicación, en su sexenio asesinaron a Manuel Buendía; Carlos Salinas de Gortari aquilató el afamado «ni los veo ni los oigo», castigó a los Serna quitándoles la posibilidad de comprar Imevisión y lo dio con amplias facilidades al Sr. Salinas Pliego; en la administración de Ernesto Zedillo se documentaron 202 ataques contra periodistas; Vicente Fox acabó con Monitor y el periodista José Gutiérrez Vivó; Felipe Calderón y su personera Alejandra Sota, se propusieron sacar del aire a Carmen Aristegui e hicieron de los presupuestos de comunicación, una forma de cohercionar a los dueños de los medios de comunicación; Enrique Peña Nieto a través de David López y Roberto Calleja, mantuvieron el control y la censura a través de los presupuestos públicos y; López Obrador, ya vemos como actúa. No hay uno que haya respetado a plenitud el ejercicio periodístico más allá del discurso.
López Obrador refrenda que es de los mismos, que no es diferente y que se mimetizó con el sistema político mexicano: no quiere a los periodistas, y aún peor, se muestra iracundo frente al periodismo que le investiga y le critica.