2024 ha sido un año desastroso en lo que refiere a la seguridad en Puebla y la zona metropolitana del Estado. Es una realidad que las cosas comienzan a rebasar a las autoridades estatales, lo cual debe de ser motivo de autocrítica, para que en la recta final de las administraciones municipales y de la estatal, se busque hacer algo, porque la situación que va a heredar el nuevo gobernador, Alejandro Armenta, no es nada halagador.
Y es que Puebla comienza a padecer la falta de acción del gobierno federal y su política de abrazos y no balazos, basta ver todo lo que ha ocurrido durante las últimas dos semanas en Culiacán, para ver la descomposición del país.
Lo que es una realidad es que la violencia se ha extendido a otras entidades como Sonora en el norte del país y otros estados, pero, Puebla al menos no registraba eventos como los que hemos visto en las últimas semanas, en donde la constante ha sido, los autos quemados con restos humanos en el interior de las unidades.
La situación es complicada porque ciertamente las autoridades municipales evidentemente han bajado la guardia, pues están a unos días de que concluyan las actuales administraciones y difícilmente ya, los actuales ediles, van a querer hacerse cargo de la situación.
A Puebla en nada le ha beneficiado el tema del cambio de las administraciones municipales y el periodo tan largo que ha sucedido de la elección del pasado 2 de junio y la entrada en funciones de los nuevos ediles el próximo 15 de octubre.
Pero, el punto medular de todo esto, tiene que ver con la forma en que el estado se ha descompuesto en la materia, desde la administración estatal, que encabezó Rafael Moreno Valle, en donde el robo de combustible (huachicol) proliferó en varios puntos de la entidad.
Las cosas se complicaron más con la llegada a Puebla del cártel de Jalisco la Nueva Generación, quien puso en marcha en la entidad, su operativo llamado “barredora”, una purga de grupos rivales, que ha calentado el ambiente en la entidad, con los enfrentamientos y levantones que han tenido su clímax en este año, en donde al menos se registran ya, más de 9 eventos de este tipo, con el saldo de al menos 47 personas ejecutadas y desmembradas, en diferentes puntos de la capital y de la zona conurbada.
Se trata de una muy grave herencia la que recibirá en esta materia, el nuevo gobernador, Alejandro Armenta quien ya anunció que será un militar de alto rango, quien se haga cargo de la Secretaría de Seguridad Pública en la entidad y quien no va a tener nada fáciles las cosas, para pacificar a la entidad.
Puebla está en medio de una espiral de violencia en donde las ejecuciones y levantones, al estilo de entidades como Sinaloa, Zacatecas y Veracruz, son parte de cada semana, algo a lo cual los poblanos no nos debemos de acostumbrar y mucho menos de normalizar.
Armenta va a tener que hacer frente a la delincuencia organizada con todo el poder del estado, en caso contrario, Puebla corre el riesgo de convertirse en una plaza más que es tomada por la delincuencia, la cual ya controla una buena parte del país.
Puebla se jactó de ser una plaza tranquila, tanto así que incluso las familias de los propios cárteles venían a vivir aquí, porque era una especie de “santuario”, un lugar respetado hasta por los propios grupos de la delincuencia organizada.
Vaya reto que van a tener que enfrentar las nuevas autoridades municipales y el nuevo gobernador, en una Puebla que se encuentra en plena descomposición y quien no lo quiera ver, será porque quizá va a tener que ir al oculista.