Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.
Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que a Tere, escribir, se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.
… ya no vamos por helados
En nuestra natal Jerez, viviste los primeros dieciocho años de vida. Apasionada de las letras y la historia del estado, afirmabas que querías poner a Zacatecas ante los ojos del mundo; que todos tenían que conocer su belleza y cultura.
Recuerdo cómo, muy niña, aprendiste de memoria poesías de Ramón López Velarde. Saliendo de la escuela, para ganar unos pesos, te parabas a las puertas del museo y, sonriendo, preguntabas a los visitantes:
—¿Quiere que le recite un poema?
Muy pocos se resistían a los encantos de la niña del cabello abundante, negro, peinado con una gran trenza adornada con listones. En tu tez morena, sobresalían esos ojos chispeantes que, ansiosos, esperaban un gesto de afirmación.
… Y aclarando la garganta, acomodándote la falda tableada, comenzabas:
Admiro el universo como un azul candado,
gusto del cristianismo porque el Rabí es poeta,
veo arriba el misterio de un único cometa
y adoro en la Mujer el misterio encarnado.
Después de unos cuantos versos, recorrías feliz las diez cuadras entre el museo y la casa. En el pueblo todos nos conocíamos y cuidábamos…
—Hoy me gané 84 pesos —decías, al llegar, levantando una bolsita donde sonaban las monedas—. Me quedo con 44 y el resto para ti mamá.
Luego te acercabas y me susurrabas:
—Este billete lo guardaré y el domingo iremos a comprarnos un helado.
Llegado el momento, convenciste a nuestros padres para estudiar Historia en la Universidad de Zacatecas:
—Quizás también pueda hacer la licenciatura en turismo. En internet veo cómo promocionan diferentes ciudades: París, Tokio, Praga, El Cairo, Nueva York, Buenos Aires; incluso Cancún… ¡Nunca veo nada acerca de los zacatecanos y tenemos mucho que presumir!
Mamá, incapaz de cortarte las alas y enflaquecer tus anhelos, se fue contigo a un pequeño departamento en la capital. Papá y yo nos quedamos en Jerez, porque allí estaban nuestras obligaciones; pero los fines de semana venían a vernos y con gran entusiasmo conversábamos de todo un poco. Ya no sólo eras la joven dedicada y estudiosa, los muchachos del pueblo se volteaban para admirar tu belleza:
—¡No hagas caso, Tobías! —me decías—. Aquí todo el mundo se enamora sin saber nada del amor.
¿Lo llegaste a conocer tú, mi querida Leonor?
Aquel día, mamá llegó diciendo que no habías podido venir porque una supuesta agencia pidió estudiantes, para que promovieran paseos al atrio de la Catedral.
—Como ya me sé muy bien el estilo de su arquitectura, puedo ganarme unos pesos y ayudar a papá con la colegiatura —afirmaste—. El churrigueresco es muy complicado y a muchos turistas les gusta que les expliquen…
El domingo, mamá regresó al departamento donde vivían y, al meter la llave a la cerradura, sintió un escalofrío sin razón. Gritó “Leonor” y no respondiste. Llamó a tu celular, pero entró el buzón y eso, normalmente, nunca sucedía. Tenías la precaución de cargar una batería extra por si acaso. Quiso esperar y pudo más la ansiedad. Se puso el chal y salió a la calle. Fue a la catedral, preguntó en la heladería, en el café; le habló a tus compañeros y no habías estado con ninguno ese día. Desesperada llamó a papá:
—¡Leonor no aparece! Nadie sabe nada de ella.
No tardamos en llegar. En la jefatura de policía, esa misma noche, levantaron la ficha. Un oficial, con total indiferencia, preguntó edad, estatura, señas particulares…
—Mmmm… ¿Están seguros que la chica no se fue con el novio?
Durante varios días vivimos el infierno en la tierra. Finalmente, llamaron diciendo que acababan de encontrar a una chica con trenza negra y moño rojo, como te habíamos descrito. Fuimos a la dirección indicada y de camino mamá dijo que no te regañarían, que así actuaban los jóvenes y lo importante era que habías aparecido. Al llegar nos hicieron pasar al sótano del anfiteatro.
“¿El sótano? ¿El anfiteatro? ¡Qué sucede! ¿Dónde está mi hermana?”
El funeral se llevó a cabo dos días después. Junto al ataúd estaba tu foto, a la edad de doce años, con crinolina bajo el vestido blanco; sobre el escenario, en el concurso nacional, entonando «La Suave Patria». Esa misma patria que tanto amaste y permitió que te destazaran, sin piedad, sobre la tierra; dejándonos destruidos por dentro y para siempre. Tú, así, lo hubieras declamado:
Nada valió la familiar plegaria;
moriste en plena vida, y ¡qué contraste
tocóles a los tuyos, muerto amado,
en la noche fatal que agonizaste!
Cerca o lejos, allá afuera ante los ojos del mundo: el perpetrador, el anónimo asesino, disfrutaba probablemente un helado de tuna.
** En territorio mexicano matan a un promedio de once mujeres por día. La mayoría de estos feminicidios, queda impune.