Teresa Vázquez Mata. Convirtiendo en historia todo cuanto la rodea, construye nuevos mundos. Poniéndole color y energía al verbo, descubre los conflictos existenciales del ser humano y nos invita a reflexionar. Con sobrado talento, le ha dado valor a la narrativa contemporánea, regalándonos el México de su mirada o su sentir.
Bajo la tutoría del maestro Miguel Barroso Hernández, destaca en el Taller de Escritura Creativa Miró. Y es que a Tere, escribir, se le ha vuelto una pasión a la que no quiere renunciar.
Tras un grito… el POR FIN
Josué sorprendió a todos con aquel alarido de júbilo. En veinte años, apenas se le había escuchado…
Trabajaba en el área contable de una gran fábrica de galletas y ese día, sin lugar a dudas, resultó diferente. Los compañeros se acercaron a su cubículo, preguntándole qué sucedía.
—Me llamaron de la editorial «Fuente de la Juventud», porque quieren publicar mis cuentos —respondió eufórico.
“¿Cómo? ¿Un contador que, por sobre las cuentas, escribe cuentos?” —pensaron. Entonces, se enteraron de toda la historia:
¡Sí!, de pequeño construía escenas ficticias en mi mente. Papá leía, cada noche, Las fábulas de Esopo y yo imaginaba a nuevos personajes. Fui creciendo y escribía mis propios relatos. Incluso, como tomé un curso de dibujo a lápiz y otro de acuarela, algunos los ilustré. Así, cuando hablaba de animales —en mis fábulas— era capaz de bosquejarlos con sus atributos humanos. Sin embargo, cuando llegó el momento de elegir profesión, papá sugirió enfático me inclinara por alguna que pagara las cuentas y, por no llevarle la contaria, aquí he trabajado desde que salí de la facultad.
Nunca renuncié a mi pasión y jamás he dejado de escribir. Me casé, tuve hijos y empecé a leerles los cuentos que creaba con el deleite de ver en sus caras la aprobación. Hace algunos años, mi esposa encontró la caja donde fui acumulando manuscritos, garabatos y dibujos: “Voy a buscar una editorial que esté interesada en publicarlos —informó—. No estoy dispuesta a que se queden guardados por más tiempo”.
Ella, cuando se propone algo, lo cumple. ¡Qué si lo sabré yo! Preguntó a conocidos, buscó en internet, tocó puertas en editoriales… Le pedí que ya no lo intentara más y como tampoco suele darse por vencida, finalmente encontró a alguien que se tomó el tiempo de leer y analizar mi trabajo de décadas.
¡Sí, compañeros! ¡Van a publicar mis cuentos! Estoy feliz y quiero salir corriendo a gritar por las calles.
También, pienso en el viejo… Lo pienso con un ejemplar en sus manos, leyendo mi nombre en la portada y la dedicatoria en la primera página:
“Para mi amado padre, que sembró el amor por las letras, el conocimiento… instándome a tener un trabajo que pagara las cuentas”.