Teresa Vázquez Mata. Dar por hecho la creencia de que los amigos, la familia o el destino siempre van a esperarnos, es un error y Teresa lo sabe. “En cualquier momento alguien a quien amamos, puede ya no estar cerca de nosotros: porque murió, se mudó o, simplemente, porque dejamos de hacerle sentido” –asegura esta mujer que, desde la literatura, consigue mostrarnos grandes verdades.
Tere reflexiona, constantemente, a través de la palabra. Y siendo asidua lectora de libros que, a modo de refranes o aforismos, guardan experiencias acumuladas o sabias lecciones; nos entrega otra de sus interpretaciones sobre la vida.
Refraneándolo
Me encantan los dichos mexicanos, porque recogen grandes verdades en una simple frase. En mi familia siempre se han usado para toda ocasión y tenemos algunos que ya hasta les queremos poner marca registrada:
- Al que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Sin duda alguna, lo vivo a diario. ¡Gracias amigos!
- Barriga llena, corazón contento. ¡Y bien que lo luzco, diría mi papá!
- Sólo la cuchara sabe, lo que hay en el fondo de la olla. Verdad absolutísima.
- El que nace pa’maceta, no pasa del corredor. Con su bonita contraparte: El que es perico, donde quiera es verde.
- Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente. Triste, pero cierto.
- A cada capillita, le llega su fiestecita. Favorito de mi hermana.
- Dios los hace y ellos se juntan. ¡Afortunadamente!
- Haz el bien, sin mirar a quien. Mi súper preferido.
Llevo todo el día pensando en eso de que Nadie escarmienta en cabeza ajena y no sé si tanto como “nadie”, es real; pero normalmente las desavenencias de otros, jamás las sentimos propias. Nuestra arrogancia, puede llegar al grado en que afirmamos: A mí eso no me va a pasar. Y agregamos, categóricamente: Yo lo sé.
¿Y cómo es que tenemos conocimiento tal? ¿Predecimos el futuro? ¿Nos compramos uno bien bonito? ¿Soy un ser de luz y solo llegan a mí experiencias positivas y deliciosas? A los otros, a esas pobres almas a las que les ocurren desgracias, ¿les suceden, porque lo merecen? ¿Por el karma, o porque así lo decretaron?
Hace poco más de dos años, a un adorado amigo, Alex Ibsen, se le murió su hermano. Tenían tiempo de no frecuentarse y, a raíz de la definitiva ausencia, escribió algo desgarrador: Estaba esperando que fuéramos hermanos otra vez.
Yo leí y releí su texto y, cada vez, volvía a llorar. La frase me sonaba a bomba y la vida, así como es de sorpresiva, no tan justa y no tan llena de luz siempre; quiso que al poco tiempo murieran mis hermanas.
No tengo remordimientos. Hice, siempre, todo lo que estaba en mis manos -su hermana menor, se encargó de darles certidumbre, soporte, cuidado… y, en repetidas ocasiones, mano dura-. Aun así, de haber intuido que la dolorosa realidad me acechaba como a medio metro, las hubiera visto a diario y nos hubiéramos peleado menos.
Lamentablemente, no aproveché la oportunidad de comer en sus casas, mucho más, para atesorar por siempre el sabor de sus ricas viandas. Pude haber sido más tolerante, más risueña y debimos platicar, por convivir más, aunque fueran solo tarugadas.
Hoy, extraño los abrazos que evitaba, sin razón, e incluso que me besuqueen todo lo que les faltó. Como no puse mis barbas a remojar, necesito esos minutos extras, ese anhelado viaje, esa sopa caliente o la incomparable lasaña; también la desaforada risa loca de Paty y la solidaridad, a prueba de balas, que siempre vistió a Rosa María.
Aún quisiera avisarles que va a despegar mi vuelo, cuando estoy sentada en un avión, como siempre lo hice. Últimamente, al abordarlo, pienso ¿y ahora a quién le hablo? No es que no tenga a quién, pero esa era nuestra tradición: yo me iba, ellas estaban pendientes.
Mañana sería el cumpleaños de Paty y quiero ir a su casa, ver sus cinco pasteles, la cocina con humeantes ollas, la fiesta que ella misma se organizó y el desfile de personalidades. ¡Pero ya no puede ser!
Así que ustedes, mírense en mi espejo, traten de escarmentar en esta cabeza ajena y permítanse amar a quienes importan en sus vidas; pues ya saben que, del plato a la boca, a veces, se cae la sopa. No le echen mucha crema a los tacos y… ¡a darle que es mole de olla!