Teresa Vázquez Mata. Mi álter ego

Teresa Vázquez Mata. Somos seres emocionales y las historias bien contadas, pueden cambiarnos la vida. Tere lo sabe y su narrativa, inspiradora, así lo demuestra –asegura su maestro Miguel Barroso Hernández.

Adquiriendo las herramientas necesarias, en el Taller de Escritura Creativa Miró, con sede en Veracruz; Tere explota su potencial creativo y muestra el talento natural que la viste, más allá de cualquier teoría literaria. El amor, la aceptación, las aventuras, los conflictos internos en sus personajes: reflejan un mundo que, no sólo en letras, puede ser posible.

 

Mi álter ego

 

Soy Carlos, pero respondo gustoso cuando me llaman Huitzilíhuitl, que quiere decir pluma de colibrí; sin dudas, mucho más bonito y representativo.

¿Carlos? ¿Qué significado tiene? Si alguien, con un altavoz gigante, lo grita desde la estratósfera… volteamos, al menos, unos cincuenta millones.

Siendo descendiente directo de un noble mexica, en mis genes conservo los atributos de todos los que me antecedieron. Y desde mi pequeño departamento, en esta ruidosa y moderna urbe del siglo XXI; viajo, imaginariamente, a Texcoco: la mágica ciudad, ordenada y rica; llena de todo lo que la naturaleza, el trabajo y el orden pueden proveer.

Me gustan los jueves de mercado, en la gran plaza que se llena de verduras, flores provenientes de Xochimilco, peces que trajeron los tamemes desde el mar de Veracruz; plumas de aves exóticas, granos, animales de granja, telares para los vestidos, cacao, carbón, maderas y hasta barcas para poder trasladarse por los muchos ríos y diques que comunican a las ciudades… Todo, disponible para el trueque, porque no existe el dinero. La mercancía se intercambia, de acuerdo a las necesidades. Hay señoras ofreciendo tortillas, tlacoyos, maíz molido… y hombres pagando con pedernales o varas para construir chozas. Algunos –los más pudientes– cargan consigo oro molido o cacao: esa es su moneda de cambio. Sintiéndome privilegiado, escucho a los pregoneros, olfateo guisos inimaginables y, luego, acudo a la casa del trastatarabuelo Nezahualpilli: gran tlatoani que también gobierna mis sueños.

Él, al igual que su padre, el noble Nezahualcóyotl, tiene la capacidad de convertirse en águila, cenzontle, jaguar, serpiente y supervisar el vasto reino; o predecir el futuro y tomar decisiones acertadas, como hacen los verdaderos líderes.

-Esos magnos gobernantes, de acuerdo a la cosmogonía prehispánica, al momento de nacer, llegaban acompañados por el nahual protector –recuerda mi profesor de historia y, presuntuoso, renace el toná que me habita.

Yo, jamás ocultaré el orgullo por la sangre que corre en mis venas. ¡No quiero ser Carlos! Soy descendiente directo de los pobladores originales de Texcoco y elijo ser Huitzilíhuitl. Pero desde mi pequeña habitación, que se sacude con el paso del metro y las bocinas de los autos… debo responder, tristemente, a ese Carlos del que se burlan sus amigos.

… se ríen, porque me creo heredero de un tlatoani; por asegurarles que, los jueves, me convierto en colibrí y sobrevuelo la tierra que vio nacer a toda esa familia que no conocí.