Sandra Gallardo González. Hombre

 

Sandra Gallardo González. Oaxaqueña. Radicada en Córdoba, Veracruz. Escritora y poeta. Autora de 7 libros. Antologías: más de 60. Miembro de la Academia de Poesía de la Ciudad de México. A.C. Presidente de la Academia Nacional e Internacional de Poesía de la SMGE: Sede Córdoba, Veracruz, México.

Presidente de Escritores del Golfo de México. A.C. Titular del taller de creación literaria de la Casa de Cultura “Jorge Cuesta”, Córdoba, Veracruz, México. De sus etc, etc. Se encargará el tiempo, y si el tiempo calla, será porque nada tiene que decir.

 

HOMBRE

 

¿cómo separarnos

si nuestra materia prima

fue hecha y moldeada

por el mismo Escultor,

si ambos fuimos creados bajo el mismo código

de inteligencia y amor?

 

¿Cómo separarnos,

si en nuestra intracavidad

fuimos pensados

el uno para el otro:

tú, el polen,

yo, el cáliz receptor de vida:

agua propicia para la sublimación de la espora?

 

¿Cómo separarte de mí

si llevo tu esencia,

en cada célula

que conforma mi existencia?

Estás en el comienzo de mi primer segundo de vida,

en la esquirla de tiempo

cuándo aún era

una burbuja de aire comprimido

en ese mundo oscuro;

un ojo de hormiga dando tumbos con lo desconocido.

 

¿Cómo separarte de mí,

si estuviste en el primer latido de mi corazón?

Estás y estarás por siempre

en mi sangre, en mi médula,

dentro y fuera de mí;

en mis cabellos, en mi saliva,

en el ADN que compartiremos por siempre:

padre, hermano, hijo;

en el amor sublime de una madre,

en el amor fraterno,

en la mano amorosa de un amigo,

en la respiración de un beso párvulo,

en el éxtasis de una caricia apasionada.

 

Somos el Alfa de la reproducción

en el Alfa y Omega de la omnipotencia de Dios.

¿Cómo odiarnos

si fuimos uncidos y ungidos

para ser dos y Dios desde el comienzo de los días?

Sobrevivientes del Génesis,

navegamos aguas turbias y negras horas;

uno en el otro,

atravesamos eternidades

para bebernos  amarnos,

alimentándonos de nosotros mismos

como una sola vida.

 

Hombre, ven y grita desde todos tus silencios:

«¡Ven a mi tienda, mujer, necesito tu piel junto a mi voz!

¡Ven, tengo en mis manos agua dulce para hacerte día!»

 

Mientras yo, desde mi corazón, te grito:

«Ven, ven a mis soledades

y no permitas que los tiempos del desquicio

nos separen,

y como Herodías,

active el odio de mis congéneres

y pida la cabeza de un Juan justo

para vengarme de todos los pecadores.»