Hay que dejar entrar a la poesía a nuestra intimidad,
para que pueda convertirse en fulcro, saeta o resorte.
Abel Pérez Rojas
Cada vez me siento con menos argumentos para dar una opinión sobre la vida de los demás, al menos para que ésta brote de mí de manera espontánea, porque solo cada quien sabe por qué y para qué vive como lo hace.
Necesitaríamos pasar gran parte del día con una persona para tener una aproximación menos injusta sobre la elección que ha hecho de su propio camino.
Luego, por si fuera poco, deberíamos tener una reconstrucción no sesgada del pasado de cada quien, para entender sus proyecciones de futuro y aquilatar el presente a la luz de la línea del tiempo.
Con esto no estoy tratando de decir que nos cerremos frente a la vida de quienes nos rodean, puesto que, necesitamos tener una construcción de la personalidad y existencia de cada quien, a fin de contar con elementos para poder interactuar con él o ella.
Sin embargo, esta construcción de la vida de cada quien, solo debe tomarse como un elemento indispensable para la interacción, pero no para descalificar o prejuiciar.
Por ello digo que cada vez me siento con menos argumentos para emitir un comentario sobre la vida de alguien, porque me parece que es muy probable que cometa una injusticia y sólo esté proyectando mi propia ignorancia.
Como una forma de evitar o al menos reducir la posibilidad de cometer una injusticia, es importante contar con elementos mínimos provenientes de la empatía y de las ciencias.
Sin embargo, pese a la alta probabilidad de equivocarnos, vamos en el día con día emitiendo juicios y sentencias muy a la ligera sobre lo que hacen o dejan de hacer a nuestro alrededor.
En ese sentido me parece muy oportuna la analogía de las cebollas, atribuida a Caitlyn Paige[1]:
Las opiniones son como las cebollas. Generalmente tienen muchas capas y tienden a hacer llorar a la gente.
Sí, generalmente a partir de un conocimiento muy superficial de las personas emitimos opiniones tan injustas e hirientes, que las lastimamos y nos dañamos por cometer una injusticia.
Pienso todo lo anterior cuando me piden hable sobre el valor de la poesía en la vida de las personas.
Generalmente respondo aclarando que lo hago a partir de mi propia experiencia, y que, ubicado en esa perspectiva y hablando única y exclusivamente del camino que he andado, sostengo que la poesía puede alcanzar un valor importantísimo en cada quien.
Me explayo en el sentido de que la poesía –como vía creadora de mundos y realidades–, es ruta para despertar los sentidos y senda para transmitir el ser.
En esa dirección, e independientemente de la sustancia estética de las composiciones, la poesía puede convertirse en expansión y rostro de lo que somos.
Tanella Boni, sostiene[2]:
La poesía despierta los sentidos mediante las palabras y la creación de belleza en el lenguaje, y también cultiva la imaginación y la memoria. Es toda una realización de las facultades corporales y anímicas del ser humano. Porque la forma de cuanto se dice o escribe es tan importante como el sentido o el “mensaje”. Como dijo Paul Valéry en su Ego scriptor: “El poeta no tiene por finalidad comunicar un pensamiento, sino despertar en los demás un estado emocional en el que nazca un pensamiento análogo (pero no idéntico) al suyo. La ‘idea’ desempeña (en él como en los demás) tan sólo un papel parcial”.
¿Cuál es el valor de la poesía en la vida de las personas?
Mucho, infinito, pero –para muchísimos–, nada.
Porque, para que se convierta en fulcro, saeta o resorte, hay que dejarle entrar, permitirle causar efecto, conquistar y ser conquistado por los mundos infinitos de la Poiesis («creación» o «producción», de su raíz griega), aunque esa posibilidad sea de forma inconsciente, pero hay que abrirse, de lo contrario poco sucederá del fenómeno que hace realidad la “capacidad creadora, que transforma el no-ser en ser y viceversa sin pretenderlo”[3].
Regreso al punto inicial de mi reflexión.
Sí, solo cada quien sabe los pormenores de su vida, como solo cada quien puede abrirle las puertas de su interior a la poesía y dejar que ésta cause estragos, levante palacios, y se convierta en un llamado de vida.
Sí, entre la historia personalísima de vida y la explosividad que puede significar la poesía, siempre está de por medio la decisión, el darse la oportunidad, el ejercer la libertad para andar o no los parajes poéticos.
En efecto, cada quien su vida, cada cual el valor que le dé en su intimidad a la poesía.
Abel Pérez Rojas (abelpr5@hotmail.com) es escritor y educador permanente. Dirige Sabersinfin.com
[1] 100 Frases sobre las opiniones ajenas. Expande de tu mente. Consultado el 7/05/2022 en: https://expandetumente.com/100-frases-sobre-las-opiniones-ajenas/
[2] Boni, Tanella. El poeta en el centro de la sociedad. Correo de la UNESCO. Un solo mundo, voces múltiples. Julio – Septiembre 2017. Consultado el 7/05/2022 en: https://es.unesco.org/courier/2017-julio-septiembre/poeta-centro-sociedad
[3] Lavandeira García, Lago; Moreiras Ferreirós, Aine; Peixoto Aballe, Ana; Prada Rodríguez; Gabriela. «Poiesis». Dictionary of World Literature. Consultado el 7/05/2022. http://dictionaryworldliterature.org/index.php?title=Poiesis