Roberto Guillermo Cuspinera Durán. Licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Comunicación. Licenciatura en Publicidad y Relaciones Públicas. Postgrado en Orientación y Desarrollo Humano. Postgrado en Psicoterapia Gestalt. Graduado de la Escuela de Teatro de Manolo Fábregas. Participó como actor en telenovelas, series (Tú a alguien le importas, El derecho de nacer, El ángel caído, entre otras) y obras de teatro mexicanas (Hoy invita la Güera, 12 hombres en pugna). Trabajó como conductor del programa Hoy de mañana y en la teletienda El Kanguro, de Antena 3, en Madrid, España. También fue vocalista de la agrupación musical La Década Prodigiosa.
Actualmente se desempeña como psicoterapeuta en Veracruz y explora el mundo de la literatura, de la mano del maestro Miguel Barroso Hernández, en el Taller de Escritura Creativa Miró.
Desacuerdos
Solo con 10 años, ya tenía marcada su rutina diaria: entrenar en el equipo de natación del Centro Acuático. Ocasionalmente, inventaba dolores de barriga o calambres momentáneos; pero nadie le creía y todas las tardes, en punto de las 5, salía de su casa a regañadientes. Serás el próximo campeón del mundo: le decían y, realmente, era bueno. Sin embargo, a veces, debes amar tu talento y Carlitos lo odiaba.
A tan solo dos cuadras de donde vivía, estaba esa piscina que tanto le aburría y lo peor era pasar frente a la casa de la tía que siempre le gritaba: “nada mucho, mi dulce hipócrita”. Ella disfrutaba humillarlo, sabía cuánto detestaba aquellas obligaciones y, en silencio, Carlitos sembraba la semilla de la antipatía en su corazón.
¡Sí! Los años pasaron y la tía nunca se casó. Tres veces la dejaron vestida y alborotada. El carácter agrio que la personificaba no era compatible a ninguna relación amorosa. Lo único que hacía bien era molestar a todos en la familia.
Carlitos creció y no fue campeón, porque cuando tuvo la oportunidad renunció a la natación. Se graduó de Arquitecto, tuvo 6 hijos con 3 matrimonios diferentes y acabó cuidando a la tía, porque en el fondo no acumuló el rencor suficiente. Pero el 15 de septiembre de 1978 la señora Landín, con 97 años, amaneció muerta en el suelo de su habitación.
A pesar de que para nada encontraron rastros de violencia, las joyas de la vieja —según declarara la empleada— no estaban y las sospechas cayeron sobre el sobrino que había desaparecido. La justicia lo buscó por cielo, mar y tierra, poniendo carteles de “SE BUSCA”. El pueblo estaba tapizado con el rostro del supuesto criminal.
¿Dónde se metió? Ni siquiera la familia supo. Al mes llegó aquel sobre a la comisaría con una foto de Carlitos, posando frente a la alberca de un hotel, posiblemente, del Caribe. El mensaje, adjunto, decía:
“Les pido, atentamente, que cambien mi foto porque la que están usando no me favorece nada.”