Rey Barbier. Actualmente estudiante de Psicología en la Universidad Veracruzana. Nació el 7 de septiembre de 1997 y ha escrito una variedad de textos desde los trece años. Su primera experiencia en un certamen de escritura fue en el presente año, en el Concurso de Relato corto, organizado en la Facultad de Psicología de la UV. En el que obtuvo el segundo lugar con el relato que lleva por nombre “El retrato de Gera” y por lo cual desea seguir participando en otros concursos a futuro.
La ciudad atemporal
Me encontré inmerso en la soledad y el gozo, con el aliento casi escurrido por entre las costillas que no hallaban ya hacia donde más expandirse. Me tintineaban los odios y temblorosas las rodillas, alcancé a sentarme en los límites terrestres que daban de frente al Bósforo de una ciudad sin gente. Una ciudad que aún atestada, no tenía ni un solo poblador que realmente le perteneciera.
Y es que nos hubiera bastado con observar los registros del pasado para entender que somos los mismos seres que sanan y cuidan de los suyos; los mismos que antes de la erupción del Vesubio, dejaron fe de su amor y deseo en las inscripciones de Pompeya. Que grabaron epitafios desgarradores por la pérdida de una mascota en los cementerios de la Antigua Grecia. En fin, que nuestros cerebros complejos siempre han sido los mismos.
Pero no lo quisimos entender hasta la creación de los viajes en el tiempo. Y aquí, en los límites de esta ciudad atemporal, es en donde vivimos aquellos del presente. Han traído tantos pobladores del pasado que no queda lugar para vivir en el ahora. Las calles están infestadas de propaganda antigua y científicos intentando entender si un cerebro del Medievo podría ser un ingeniero del futuro, al igual que nosotros, la basura del presente.
En la ciudad atemporal no importa el hoy, porque al parecer no ha concebido nada y tampoco tiene la oportunidad de construir algo. Lo único que hemos estado haciendo es traer a colación el pasado y preocupándonos por si con este podremos levantar las simientes del mañana.
Y yo sigo aquí, sin entender su manía de alcanzar el futuro con las bases de civilizaciones pretéritas. El presente se ha perdido y estamos dejando al pasado sin pobladores.
Es por lo que hoy puse la primera piedra de una nueva ciudad; yo, un ciudadano del presente. Pero nadie se ha dado cuenta y más vale que nadie lo haga, porque los pobladores del pasado tienden a sabotear el ahora. Si el futuro no es como ellos lo imaginan, definitivamente no habrá porvenir.
Yo no temo que el pasado no pueda darnos un futuro, a lo que le tengo miedo es que no se esté viviendo en el presente.