Victor de Regil
Se trata de una realidad, la guerra de contrastes en Puebla enfrentará, en las elecciones de 2024, el comparativo entre dos ejercicios de gobierno; dos estilos parecidos de ver, entender y manejar el poder, y dos corrientes antagónicas que se enfrentaron en el pasado reciente, cuyos protagonistas hoy ya no están físicamente, pero sí la evaluación sobre sus trabajos: Nos referimos sin duda a los ex gobernadores Rafael Moreno Valle y Miguel Barbosa Huerta.
Muchos calculan que serán ellos y los resultados que dejaron en sus respectivas administraciones las referencias ineludibles en los procesos del próximo año e influirán indudablemente en el desenlace de la carrera por la gubernatura.
La elección concurrente en Puebla, que tendrán como adversarios a Morena contra la oposición, será el campo propicio para reeditar esa batalla, sean quienes sean los candidatos o las candidatas.
Y será así porque los dos son el ejemplo más inmediato de cómo gobierna cada bando. Por un lado, la Cuarta Transformación (4T) y su primera experiencia poblana. Con todos sus defectos y todas sus virtudes.
Por el otro, el morenovallismo y su etapa efectiva de 8 años en las riendas del poder poblano. Con todos sus defectos y todas sus virtudes.
Esto viene a colación ya que, recientemente, una medición de la empresa Mas Data, las cifras anuncian mejor escenario, en este terreno, para la oposición.
En el comparativo, los números le son más generosos a Moreno Valle como gobernador, que a Miguel Barbosa.
De acuerdo con el estudio que realizó el pasado mes de julio la empresa de José Zenteno, en la apreciación positiva de los poblanos y poblanas, el panista supera casi en 10 puntos al morenista.
A la pregunta “¿Quién hizo más por Puebla como gobernador?”, las respuestas son:
A favor de Moreno Valle, 34.7 por ciento.
Por Miguel Barbosa, 25.4 por ciento.
Llama la atención en el ejercicio que 40 por ciento no supo o no contestó.
Eso puede interpretarse como un gran porcentaje que, sobre este tema, no quiso dar su opinión franca. Puede haber muchas razones. Que ya los dos han fallecido, sin duda es una de las más fuertes.
El contraste entre los dos, sin embargo, será tema inexorable en la guerra electoral que se viene. Porque cada uno representó un proyecto que es antagónico del otro.
Aunque en muchos puntos bastante similares, sobre todo en la concentración de poder y los excesos del poder.
Porque real y directamente hubo enfrentamiento.
El morenovallismo fue, para Miguel Barbosa, como candidato y luego como gobernador, el enemigo a combatir. La narrativa de corregir lo que se hizo mal, entonces, fue su bandera.
Sin embargo, ahora que tampoco está físicamente el morenista, han salido a la luz las voces que lo critican con dureza.
Y que han ido descubriendo errores, fallos, desfalcos. No lo condenaron cuando vivía, pero ese es otro cantar. Lo cierto es que ahora ven todo lo que antes no vieron. Rastros de corrupción. “Presos políticos”, entre otros.
Pero igual prevalecen pendientes del morenovallismo: deudas megamillonarias. Obras de “relumbrón, innecesarias y con sobrecostos”. También “presos políticos”. Autoritarismo, igualmente.
El asunto es que todo eso, en la lucha de contrastes que debe darse de manera natural en una elección, es muy probable que surja con mucha fuerza.
Él hizo o no hizo. El otro abusó o desfalcó. Uno dejó pésima imagen. El otro un buen recuerdo. Y cada quien hablará como le fue en la feria.
En fin. Inevitablemente, la metralla electoral llevará sus nombres. La confrontación será sobre la memoria reciente. Porque esa, esa también vota.