Respuesta a Sor Filotea de la Cruz

Rocío García Olmedo

El pasado 17 de abril fue el aniversario luctuoso de Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana conocida por todas y todos como Sor Juana Inés de la Cruz fallecida en 1695.

Según lo refieren algunos historiadores, Sor Juana Inés de la Cruz inducida por el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz a escribir sobre un sermón del famoso jesuita portugués el padre Antonio Vieira; lo hizo, refutándole algunos de los puntos de su sermón.

Sin su consentimiento el obispo de Puebla Fernández de Santa Cruz lo publicó con el título Carta Atenagórica usando como pseudónimo el de Sor Filotea de la Cruz acompañado de una “áspera recriminación por su supuesto abandono de la literatura religiosa y por su afecto a las letras profanas” si de por sí vivía en un contexto adverso con el clero novohispano, esto le trajo mayores complicaciones, presiones y señalamientos que la llevaron a separarse de lo que más apreciaba, sus libros.

Meses después, Sor Juana escribió Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, catalogada como uno de los mejores textos “en defensa de la libertad de pensar y escribir” y uno de los “textos más firmes y bellos jamás escritos acerca del derecho de las mujeres al conocimiento, a la ciencia y a las artes” (Ávila Felipe, La Jornada (20/04/2025).

Justo por ello comparto algunos fragmentos de la definida como “meditada respuesta” que Sor Juana Inés de la Cruz escribió a esa Carta Atenagórica en la que va respondiendo su negativa a callar, su voluntad de saber, su amor a las letras, sobre la ignorancia y sobre la defensa de las mujeres.

Ella escribió:

“No quiero (ni tal desatino cupiera en mí) decir que me han perseguido por saber, sino sólo porque he tenido amor a la sabiduría y a las letras, no porque haya conseguido ni uno ni otro”.

“Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y así lo siento”.

“Desde niña, “podía conmigo más el deseo de saber que el de comer.”

“Una prelada muy santa y muy cándida creyó que el estudio era cosa de Inquisición y me mandó que no estudiase. Yo la obedecí (unos tres meses que duró el poder ella mandar) en cuanto a no tomar un libro, que en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no lo puedo hacer, porque […] estudiaba en todas las cosas que Dios creó, sirviéndome ellas de letras, y de libro toda la máquina universal.”

“Cabeza que es erario de sabiduría no espere otra corona que de espinas.”

“Todo esto pide más lección de lo que piensan algunos que, de meros gramáticos, o cuando mucho con cuatro términos de Súmulas, quieren interpretar las Escrituras y se aferran del Mulieres in Ecclesüs taceant [pretendiendo que signifique que: Las mujeres callen en las iglesias, porque no les es dado hablar], sin saber cómo se ha de entender” [que las mujeres no adoctrinaran mientras predicaban los apóstoles].

“Lo que sí es verdad que no negaré (…) que desde que me rayó la primer luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa mi inclinación a las letras, que ni ajenas represiones -que he tenido muchas- ni propias reflejas -que he hecho no pocas-, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí”. Un entendimiento que “sobra, según algunos, en una mujer; y aún hay quien diga que daña”.

“…las mujeres, que por tan ineptas estás tenidas […] los hombres, que con sólo serlo piensan que son sabios”.

“Si éstos, Señora, fueran méritos (como los veo por tales celebrar en los hombres)”.

“¡Oh, cuántos daños se excusaran en nuestra república si las ancianas fueran doctas!” *

Haciendo referencia también a múltiples mujeres virtuosas: “Débora dando leyes y gobernando, la docta reina de Saba, que “se atreve a tentar con enigmas la sabiduría del mayor de los sabios sin ser por ello reprendida”, Abigaíl y su don de la predicción, la persuasiva Ester, la piadosa Rahab, la perseverante Ana… Entre los griegos, Aspasia Milesia, maestra de Pericles; Leoncia, que debatió con el filósofo Teofrasto. Una “gran turba de mujeres doctas, tenidas y celebradas y también veneradas de la antigüedad por tales”. La docta Paula, santas, monjas, devotas célebres por su sabiduría.”

Considerada por el historiador Felipe Ávila como una de las primeras autobiografías femeninas y biografía intelectual la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz describe sin duda alguna la absoluta brillantez de Sor Juana Inés de la Cruz sin olvidar que fue escrita en el año de 1691.

 

Fuentes:

 

@rgolmedo

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