Gabriel Sánchez Andraca
Los reclamos de la Revolución Mexicana, según señala en el prólogo de “La segunda muerte de la Revolución Mexicana”, un estupendo libro de su autoría, escrito en el 2008, Lorenzo Meyer, brillante intelectual egresado del Colegio de México, fueron: la democracia política frente al autoritarismo imperante, que fue lo que formuló inicialmente don Francisco I. Madero en 1910; en segundo lugar, la democracia social, como vía para alcanzar la justicia y acabar con la desigualdad, en una sociedad caracterizada históricamente, por la desigual distribución de la riqueza. Ese reclamo fue el que hicieron Emiliano Zapata y Lázaro Cárdenas, y en tercer lugar, el reclamo de la independencia y la no subordinación a los Estados Unidos, lo que buscaron en condiciones muy difíciles, don Venustiano Carranza y Lázaro Cárdenas, y ninguno de estos reclamos se hizo patente en la realidad mexicana, pues no se encontraban entre las prioridades de los gobernantes de los años siguientes.
La primera muerte de la Revolución, fue anunciada por el escritor don Jesús Silva Herzog en 1943 y al finalizar la Segunda Guerra Mundial don Daniel Cosío Villegas, afirmó que ya hacía algún tiempo, esas metas ya no eran buscadas por quienes tenían las riendas del poder.
Pero el Partido surgido de esa Revolución se constituyó en una maquinaria electoral, basada en el fraude y en el autoritarismo, que funcionó hasta finales del siglo XX.
Con el neoliberalismo en el poder, que se instaló en el país con Carlos Salinas de Gortari, todos los reclamos revolucionarios murieron sigilosa y definitivamente: los principios revolucionarios fueron borrados, olvidada la justicia social para obreros, campesinos y clases medias populares, que constituían las clases que formaban los pilares sobre los que se sostenía el PRI.
EL TRATADO COMERCIAL con Estados Unidos y Canadá, firmado en el gobierno salinista, sometía a nuestro país económica y políticamente a Estados Unidos, Implicaba el establecimiento en México de un sistema partidario semejante al de Estados Unidos, con dos partidos, PRI y PAN, que harían las veces de Republicanos y Demócratas como el país vecino, sin diferencias ideológicas y alternándose en el poder.
Pero el gobierno no podía ignorar a la izquierda que prevalecía en los centros de cultura media y superior (maestros y alumnos de universidades y normales) y tuvo que aceptar la existencia de un partido de esa tendencia, con la seguridad de mantenerlo controlado, cosa que no logró.
El triunfo de Vicente Fox, cuya mayor virtud fue ser gerente de la Cocacola, un refresco que se vende solo, es decir, no requiere de mentes brillantes para dominar su mercado, fue por el compromiso salinista de hacer de México, una caricatura de Estados Unidos.
Como era de esperarse el gobierno panista fue un fracaso, a tal grado que en la elección de diputados, a los tres años de su triunfo, el PAN perdió cincuenta escaños en la Cámara de Diputados y a la salida de Fox, perdió el candidato panista, Felipe Calderón, que tuvo que ser rescatado por Elba Esther Gordillo, líder del SNTE, con poco más de 250 mil votos, para simular su triunfo por menos de un punto conceptual. Quien se prestó para eso fue el INE, que ahora resulta que es un organismo garante de la democracia mexicana.
LAS MARCHAS DEL DOMINGO en la ciudad de México y en otros importantes centros de población de la república, no fueron exitosos pues fueron organizados por los partidos que en el 2018, quedaron fuera del poder por los pésimos gobiernos que estaban por vender todas nuestras riquezas naturales al capital extranjero: petróleo, electricidad, minas, y que abandonaron el campo, para comprar al extranjero, principalmente Estados Unidos desde maíz, frijol, arroz, leche en polvo, etc., hasta gasolina y diesel que los gringos fabricaban con nuestro petróleo crudo, pues las refinerías mexicanas estaban abandonadas intencionalmente para crear nuestra dependencia energética, como se creó, por el abandono al campo, nuestra dependencia alimentaria.
Lo del domingo fue una farsa: “el IFE no se toca, se defiende”, una frase inventada por los opositores molestos por haber perdido sus grandes negocios y su impunidad, sus privilegios, a manos de un gobierno que está respondiendo a los reclamos populares, que vienen de muy atrás y que quienes controlban el poder, habían olvidado por completo.