Gabriel Sánchez Andraca
Las campañas políticas en Puebla y en toda la república, son las más atípicas de la historia muy breves, sin mítines, sin plásticos, sin anuncios en espectaculares, sin anuncios en taxis y combis y camiones del servicio público; sin ese derroche de que hacían gala partidos como el PRI y el PAN y con numerosos candidatos desconocidos y desconocedores del oficio político.
La propaganda política se reduce a spots televisivos o de redes sociales y algo en medios impresos.
Mucho ha influido en esto la pandemia del Covid-19, pero también la falta de recursos. Aunque los dos partidos tradicionales: el liberal PRI y el conservador PAN, se hundieron política y económicamente en el 2018, a raíz del aplastante triunfo de Morena, siguen recibiendo subsidios millonarios de los gobiernos federal y estatales, pero eso apenas y les alcanza para ir solventando algunos compromisos contraídos en campañas anteriores. Y como ahora se vigila con mayor cuidado las aportaciones de particulares, para evitar que provengan del crimen organizado, pues el tema del dinero para las campañas, se complica.
Si a lo anterior se agrega la desorganización de los partidos, la falta de identidad ideológica y la falta de cuadros bien formados y entrenados para la actividad política, pues tenemos el cuadro completo.
Durante décadas hubo un partido-rey, que tenía comités municipales y seccionales, hasta en los 7 municipios poblanos con menos de mil habitantes; en los 12 con menos de 2 mil y en los 20 con menos de 3 mil. Ahora hasta en los municipios grandes y medianos, tiene problemas.
El PRI elegía candidatos a través de sus dirigentes nacionales y estatales y con la anuencia del Presidente de la República y de los gobernadores. Los priístas hacían su lucha para ser agraciados con una candidatura, pero sabían bien que podrían ser o no ser, de acuerdo con las influencias que tuvieran en la cumbre, pero al final, siempre salían beneficiados con algo. Eso sí, tenían que hacer alguna inversión.
La lucha interna en el Revolucionario Institucional por las candidaturas, empezó a hacerse a través de grupos que formaban políticos con experiencia y había acuerdos entre ellos para que el pastel se repartiera en forma equitativa.
Los candidatos del PRI, antes de Carlos Salinas, sabían que tenían el triunfo asegurado. Con Salinas empezaron a darse los acuerdos en lo oscurito con los opositores favoritos, los del PAN y entonces se hacía perder a los priístas menos influyentes y así se proyectaba la imagen de un gobierno realmente democrático.
PERO “VINO EL REMOLINO Y NOS ALEVANTÓ”. El 2018 fue un parte aguas en la vida del país y todo el tinglado de las elecciones tradicionales se vino abajo y ahora estamos viendo cosas nunca antes vistas.
En cuestiones electorales ¿estamos ahora mejor que antes? La promesa del Presidente es realizar elecciones realmente democráticas, limpias, transparentes, sin dádivas para comprar votos, sin intervención de las autoridades en el manejo de los procesos y respetando siempre la voluntad del pueblo?
¿Será posible eso? Por lo que se está viendo, hay resistencias. Todos los ciudadanos que estaban acostumbrados al viejo sistema de imposiciones, de canonjías, de impunidad y de obediencia, pues tratan de poner obstáculos para que el nuevo sistema avance. El mismo partido en el poder, Morena, actúa en algunos casos como si eso de la Cuarta Transformación fuera un estorbo. Hay quienes quisieran que el partido mayoritario de hoy, fuera como el partido mayoritario de ayer, que lo arrasara todo sin importarle las protestas, los ataques de los adversarios y los abusos de poder que eran frecuentes.
Ha surgido un fenómeno que no existía en el pasado: las agresiones a los candidatos o sus familiares, las amenazas, los atentados.
Esto puede provenir de algunos políticos descontentos, pero lo más probable, nos dice un experto en la materia, de los grupos de delincuentes organizados que atentan contra candidatos que no se han dejado sobornar ni por dinero, ni por amenazas y a quienes consideran un estorbo, si llegan a triunfar, para las actividades delincuenciales que ellos realizan.
Viejos aficionados a la política, consideran que todo cambio provoca reacciones y que es lógico que la transformación que estamos viviendo en el sistema político mexicano, de origen a críticas e inconformidades de algunos sectores de la población, pero que todo irá tomando su nivel.