Jorge Marcelino Alejo
Si estamos conscientes de que la bonanza económica no será inmediata, no habrá decepciones anticipadas. En cambio, puede haber sorpresas que nos alejarían de la pesadilla del Covid19.
Debemos señalar que el reinicio del comercio el pasado 10 de agosto, que nos llevará a la reactivación económica, será una ruta escabrosa porque faltarán empleo, dinero, negocios, consumo. Surge también que pueda haber bajos salarios, porque las empresas perdieron estabilidad y enfrentarán desequilibrio financiero.
Si unimos lo anterior, se entiende por qué nadie se atreve a señalar fecha que marque la recuperación económica. De hecho en las primeras discusiones, surgen voces de que se empezará a sentir mejoría en el año 2022.
Pero en el ánimo de levantar el optimismo, por el otro lado esperamos que haya buenas noticias, sin importar de dónde surjan, pues nada sería tan fabuloso que los legisladores aprobarán una ley que -por fin- permitiera apertura de empresas con el mínimo del mínimo de requisitos burocráticos; que los gobiernos y sus policías sometieran a la delincuencia, que en un par de meses arrancaran obras que terminen con el déficit en infraestructura hospitalaria y educativa, que se controlara al mercado farmacéutico, para evitar que elevados precios de medicinas truenen ahorros y hasta patrimonios familiares; vamos, que haya medicinas en hospitales públicos donde mueren casi 50 % de los que ingresan por Covid19, y también, que se dieran jornadas nacionales para sembrar granos y hortalizas en todo el terreno cultivable.
Con las actividades que se desprendan de estas acciones, habría empleo que nos mantendría ocupados. Ya no sería tan sinuoso el camino de la recuperación económica. Es más, se disiparía la bruma que deja la pandemia, pues permanece la amenaza de sus rebrotes, y porque el virus no solo deja desgracias humanas.
Por eso enfatizamos –para que no se soslaye- que la reactivación económica no es volver de inmediato a la producción y a la bonanza, mucho menos a las grandes ventas y al consumo que había en la anterior normalidad.
La severa realidad, nos indica que la recuperación económica será lenta y se habrá de ir labrando poco a poco y sin jaloneos.
M E M O R A N D U M
UNO Y DOS PESOS
En reiteradas ocasiones, la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas –Anprac- demandó la desaparición del Impuesto Especial a Producción y Servicios –IEPS- en bebidas azucaradas. Argumenta que fracasó el combate a la obesidad, pues con el impuesto de un peso se pretendía disminuir su consumo. Lo que en verdad se incrementó fue la recaudación fiscal, porque la obesidad ahí está.
En la última semana el senador morenista Alejandro Armenta, volvió a la carga con el IEPS a dichas bebidas si los industriales no les reducen el azúcar. Propone al Senado que el gravamen sea de dos pesos (por litro), tras denunciar los males que causan como la obesidad y diabetes, dado el alto consumo de 600 vasos por persona al año.
Para superar el problema, se ve fácil sugerir que el incremento del IEPS a estas bebidas, sea conforme al índice inflacionario. Pero es aquí donde hace falta ingeniería fiscal para acertar en las decisiones que tomen los legisladores. Más cuando se tiene a una industria que reformula el contenido para que sea bajo o sin calorías, a un Gobierno Federal que necesita incrementar ingresos fiscales, y también, a un consumidor al que finalmente le pesará la carga fiscal.