Pablo Benjamín Pineda Cortés. “Mi Bella Muerta”

Pablo Benjamín Pineda Cortés. (San Andrés, Tuxtla, Veracruz/México/1935) Es un poeta, un explorador del lenguaje estético. En 1950 obtiene mención honorífica en un certamen estatal de poesía y, en 1958, recibe otra en el Concurso Nacional organizado por el periódico Excélsior. En 1982, la Mesa Redonda Panamericana lo distingue con el primer lugar en un concurso estatal. En 1992, el Gobierno del Estado de Veracruz le otorga el premio a la Superación Ciudadana. En 1993 obtiene el primer lugar en el concurso convocado por el H. Ayuntamiento y la Casa de la Cultura, para conmemorar el Centenario de haber sido elevada a la categoría de ciudad su localidad natal. En 1994, el Instituto Veracruzano de Cultura publica el libro Lira de San Andrés y de los Tuxtlas, en el cual incluye catorce poesías de su autoría. Colaboró en la revista Los Tuxtlas y en el rotativo Palestra.

Don Pablo es un caso muy curioso dentro de la poesía de la Región de los Tuxtlas. Su producción ha sido abundante, sobre todo en sonetos y cuartetas… es un modernista tardío, y como la mayor parte de ellos, ocupa un lenguaje rico en adjetivos y metáforas.

Mostraremos algunas de sus obras publicada en la plaquette editada por la Universidad del Golfo de México. Campus San Andrés Tuxtla, titulada: Poesía

La forma es variable en sus poemas, hay musicalidad en sus versos francos, sin figuras retóricas rebuscada, en cuanto al fondo, su temática es variada. Esperamos que Pablo Benjamín Pineda sea leído por las nuevas generaciones. Su poemario lo dedica a su esposa Alejandra y a sus hijos; Mariana, Manuel y Juan como muestra de su amor y gratitud.

 

“Mi Bella Muerta”

 

¡Que bien te veías muerta! No tenías

ya el rictus del dolor entre los labios,

con dulce beatitud te sonreías

ajena de este mundo a los agravios.

* * * * *

Recuerdo que mirándote tan bella

y en medio del dolor y mi desvelo

te dije emocionado: Como estrella

tú no eres de este mundo, eres del cielo.

* * * * *

Así con esa paz que te envolvía,

teniendo entre las manos un rosario

más bien como a una virgen te veía

envuelta en tu blanquísimo sudario.

* * * * *

¡Que bien te veías muerta! Tantas flores

cubriendo en derredor de tu alba caja

llenaban de perfume y de colores

la estancia, y adornaban tu mortaja.

¡Ahí, tendida estabas! Y de veras

te juro que admirando tu hermosura

un ósculo te di, sin que sintieras

la cálida emoción de mi ternura.

* * * * *

¡Que bien te veías muerta! Las señoras

devotas que rezaban como en coro

no vieron resbalarse bienhechoras

las perlas luminosas de mi lloro.

* * * * *

¡No fuiste para mí! Nuestro cariño

quedose prisionero tras la puerta

de aquella blanca estancia, cuando niño

te fui a decir adiós . . .  ¡Mi bella muerta!