Nydia Vázquez Martínez. Rumbo al paraíso

 

Nydia Vázquez Martínez. Licenciada en Mercadotecnia, empresaria, esposa y madre. Es CEO & founder de Stela Luxury Home. También se desempeña como directora de la Fundación Tito Popo (fundación que da refugio y apoyo emocional a adultos mayores).

Actualmente descubre nuevas habilidades, explorando el universo de la literatura, en el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por el maestro Miguel Barroso Hernández. Recrear la ficción, apoyándonos en nuestras propias vivencias, es la esencia de la narrativa contemporánea y Nydia lo sabe.

 

Rumbo al paraíso

Eran las 6 de la mañana en la estación de trenes Roma Termini y corrí porque no quería perder el boleto en primera clase. Subí agitada, pero emocionada, con la ilusión de vivir plenamente mi viaje rumbo al mar Tirreno. Llegaría a Nápoles, para abordar un barco que me llevara a la famosa isla de Capri.

Ya sentada, cerré los ojos para escapar de la realidad.  El corazón quería salírseme del pecho. Respiré hondo, más tranquila, y al abrir los párpados noté que en el vagón venían seres extraños. Una ballena, dos hileras adelante, tomaba té junto a un delfín con mirada romántica. Luego, frente a mí, se sentaron dos sirenas y escuché que hablaban de la vida en el mar y de las islas del Mediterráneo, mientras sus cabellos radiantes revoloteaban en el aire desafiando las leyes de la física.

—¿Ustedes… también viajan a Capri? —pregunté tímidamente.

—¡Sí, claro! —respondieron al unísono.

—¡Es un lugar hermoso! —aseguró una de ellas—. El mar, allí, es el verdadero espejo del cielo. La isla está llena de espectaculares acantilados y desde sus miradores, bebiendo una limonada, puedes disfrutar de los mejores atardeceres del mundo.

—¡Que emoción! ¡Muero por llegar! —aseguré.

—¡Sí! Es una isla donde pareciera que el tiempo se detiene —intervino la otra.

—Debes tener mucho cuidado —cantaron ambas—. Es una isla encantada…

Decían que si entraba a la famosa Gruta Azul corría el riesgo de enfrentar el maleficio de los dioses que hace miles de años la habitaban. Podía convertirme en estrella de mar, hipocampo o caracol. ¿Había errado? ¿El viaje al paraíso podía terminar siendo una tragedia? Por sobre el canto de las sirenas, cerré los ojos para reacomodar mis sueños y quedé profundamente dormida. Al despertar eran casi las 8 de la mañana y estábamos llegando a la estación de tren de Nápoles.