Nydia Vázquez Martínez. Licenciada en Mercadotecnia, empresaria, esposa y madre. Es CEO & founder de Stela Luxury Home. También se desempeña como directora de la Fundación Tito Popo (fundación que da refugio y apoyo emocional a adultos mayores).
Actualmente descubre nuevas habilidades, explorando el universo de la literatura, en el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por el maestro Miguel Barroso Hernández. Recrear la ficción, apoyándonos en nuestras propias vivencias, es la esencia de la narrativa contemporánea y Nydia lo sabe.
El niño pastor
En una finca, en algún pueblo de España, vive Rodrigo junto a sus padres y su amado perro: el Golden con quien va a todas partes y juega todo el tiempo. La familia tiene ovejas y siembra olivos. Él es un niño bondadoso y cooperativo. Siempre llegando de la escuela ayuda a su mamá en los quehaceres del hogar y al papá en las labores de pastoreo.
A Rodrigo le gusta imaginar que se enfrenta a los corderos, cual guerrero invencible con una armadura como la que alguna vez vio en el museo de la ciudad. Cada tarde, regresando del campo, se detiene a observar el ocaso, junto al amigo peludo que ladra a las primeras estrellas como si estuviera leyéndole los pensamientos. Y es que, viendo al horizonte, nuestro protagonista imagina cómo sería ir en caballo a la luna o llegar en barco al sol. Sonríe, sueña y canta.
Un día el papá enfermó y Rodrigo tuvo que cuidarlo mientras la mamá se encargó del resto de las tareas en la casa. No pudo ir a hacer lo que más le encantaba: cuidar a las ovejas y contemplar el atardecer fantaseando con viajar a la luna o al sol.
—¿Por qué la gente se enferma? —le preguntó a su padre.
—Nuestro cuerpo es una máquina perfecta —contestó el papá—. Si a tu carro no le pones gasolina, o no lo atiendes, o no le revisas el aceite… se va a descomponer. Nuestro cuerpo es como ese carro: si no lo alimentas bien, o no lo cuidas adecuadamente, se descompone y ya no podrás cumplir tus sueños.
Rodrigo tuvo tiempo para reflexionar. A él no le gustaban las frutas, ni las verduras y vio que a su papá le deban jugo de tomate o naranja y sopa de pollo con brócoli. Con eso se curó. Después de una semana ya estaba sano y volvieron a pastorear juntos.
Rodrigo comenzó a comer verduras y frutas. Volvió a ser el niño alegre que se convertía en guerrero cada tarde y, junto a su perro Golden, vivía aventuras en sus viajes imaginarios al sol y a la luna.