La situación es más que alarmante, pues de acuerdo con el Inegi y el Coneval, tenemos hoy la mayor cifra de pobres de toda la historia del país: 55.7 millones.
Ciertamente, debe decirse que su crecimiento en los últimos dos años resultó inferior a las expectativas. Los pronósticos señalaban entre 8 y 10 millones más y el resultado fue de 3.8 millones de personas adicionales.
Veamos algunas de las tendencias más relevantes que refleja el estudio del Coneval que fue dado a conocer en días recientes:
1.- Aunque el cambio de metodología no permite una comparación precisa de las cifras del pasado, sí pueden compararse tendencias. Entre 2014 y 2018 se había presentado una caída en el número y el porcentaje de mexicanos en condición de pobreza. En los últimos dos años se incrementó, esencialmente, como producto de la crisis que dejó la pandemia.
2.- La población en condición de pobreza, de acuerdo con la metodología del Coneval, corresponde a las personas cuyo ingreso monetario no alcanza para adquirir la canasta básica y además tienen una carencia social (educación, salud, seguridad social, vivienda, servicios básicos o alimentación). La pobreza extrema corresponde a la población cuyo ingreso no es suficiente para adquirir la canasta básica alimentaria y también tiene una carencia social.
3.- La población en condición de pobreza suma 43.9 por ciento del total mientras que la que vive en pobreza extrema alcanzó 8.5 por ciento. De los 3.8 millones de pobres más, en estos dos años, 2.1 millones correspondieron a un crecimiento de la pobreza extrema.
4.- El crecimiento más dramático en materia de carencias sociales ocurrió en los servicios de salud. Su carencia aumentó en 12 puntos porcentuales de la población, lo que implica que, en un par de años, de 2018 a 2020, 15 millones de personas perdieron el acceso a los servicios de salud. Este dato es una muestra del estrepitoso fracaso del Insabi y una reivindicación del Seguro Popular, más allá de sus insuficiencias. No es ideología, es el dato duro que revela la gente.
5.- Ninguna otra carencia social se incrementó de esa manera. De hecho, los indicadores en materia de seguridad social y vivienda mejoraron, mientras que, en materia de educación y alimentación, las carencias solo tuvieron leves incrementos.
6.- Los indicadores muestran el mosaico del país. En Chiapas, aunque hubo una leve mejoría, 75.5 por ciento del total de la población vive en la pobreza; en Guerrero la proporción es de 66.4 por ciento; Puebla es el tercer estado con la mayor proporción de pobreza con 62.4 por ciento; le sigue Oaxaca con 61.7 por ciento y el quinto más pobre es Tlaxcala con 59.3 por ciento. En contraste, las entidades con menos pobres son Baja California, Nuevo León, Chihuahua, Coahuila y Colima con proporciones entre 22 y 26 por ciento.
7.- Hay un contraste enorme entre la condición de pobreza entre quienes hablan una lengua indígena y quienes no la hablan. En el primer caso, la proporción es de 76.8 por ciento mientras que en el segundo llega solo a 41.5 por ciento. Igualmente, ocurre con la pobreza de las zonas rurales, que alcanza 56.8 por ciento mientras que en las zonas urbanas fue de 40.1 por ciento, aunque en los últimos dos años, bajó ligeramente en las zonas rurales.
8.- Los programas de apoyo a la pobreza del gobierno federal lograron amortiguar un poco el impacto de la crisis. De acuerdo con el Coneval, evitaron que cayeran en la pobreza 2.5 millones de personas. Y, por ejemplo, en el segmento de las personas de más de 65 años, permitió una reducción de 5.3 puntos porcentuales respecto al nivel de 2018.
En suma, si este sexenio no quiere pasar a la historia como si hubiera sido una fábrica de pobres, necesita cambiar las condiciones que dispararon la pobreza y, entre ellas, es la falta de crecimiento económico el factor número uno.