Martha Elba Castelán Cuspinera. La mirada del colibrí VIII

 

Martha Elba Castelán Cuspinera. Desde el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por Miguel Barroso Hernández, en Veracruz; Martha Elba Castelán Cuspinera escribe fragmentos de una historia que, por instantes, la toca muy de cerca. De manera sencilla, pero certera, habla del amor, de la familia y de tristezas que a la larga se transforman en felicidad.

Con la pasión de quienes, a través de la literatura, abrazan al mundo; Martha nos invita a reflexionar. El crecimiento de esas mujeres que han tomado las riendas de su vida, está presente en cada uno de sus textos.

 

La mirada del colibrí VIII

 

Mi hijo Juan Pablo, creció pronto y reflexionaba atinadamente:

-Mira jefa, si las personas que crees que son tus amigas no aportan aspectos positivos, déjalas en el camino. Los amigos se cuentan con los dedos de las manos… Es mejor contar pocos, pero verdaderos, que muchos, si por atrás hablan mal de ti.

Tenías razón… Se dice que la amistad se define con tres caras: las amiguitas que te siguen la corriente, por mero impulso, pero terminan clavándote el puñal que creíste rosa; las amigochas con las que te diviertes en la fiesta y las amigas que te dirán la verdad, aunque te duela y van a estar a tu lado siempre.

Con mi prima Natalia disfruté la amistosa fidelidad de un par de adolescentes que soñaban romper con la niñez. Tal vez por eso, durante aquel viaje a Monterrey, terminamos riendo como locas al no poder competir con las norteñas que, siendo de nuestra edad, lucían grandotas para los galanes que nos veían como escuinclas babosas para noviar.

Con Elisa, durante el tiempo que viví en Veracruz, aprendí a sentirme escuchada, aceptada, empática. Es de esas compañeras de ruta que, aunque la distancia nos separe, guardaré entre mis tesoros.

La prima Andrea, que siendo pequeña nos visitaba de Xalapa, es de esas almas viejas con la que siempre tuve afinidad. Y Aurora, otra prima-amiga encantadora, que vivía en San Juan del Río, me ha enseñado a dar -de corazón- sin recibir nada a cambio. Sabes que te quiero, ¿verdad?

Acompañando los momentos más críticos de mi matrimonio, ha estado la güerita: simpática, dicharachera, malhablada… de esas personas que te hacen reír cuando más lo necesitas.

La lista pudiera cerrarse con la “loquita” o la “chamaca”, como le llamo de cariño. A pesar de que estamos muy conectadas por las coincidencias entre nuestras vidas, nunca la he podido retener a mi lado por mucho tiempo. Eres como el cometa Halley, apareces y desapareces a tu antojo, cual alma libre que odia las ataduras, los compromisos, las reglas sociales… Contradictoriamente o curiosamente, a pesar de que te llamo “loquita”, eres de las personas más congruentes que conozco. Promete envejecer junto a mí: “¿me lo prometes chamaca?”

¡Exacto, querido lector! Seis dedos de mis manos pudieran bastar. Pero también, aunque no lo consideres válido porque estuvieron y estarán siempre conmigo, mis hermanas se convirtieron en las mejores amigas de mi vida.

Con Abrilita, desde pequeña, tuve una afinidad indescriptible. Poco a poco, me suplió en el papel de hermana mayor, no por la edad si no por su sólido carácter. Cómplice, alentadora, líder, protectora, paciente, maternal, mediadora y amorosa como nadie… ¡Estoy en deuda contigo!

Sofi -si bien chocábamos mucho de pequeñas y hasta llegué a aborrecerla por su dureza como centinela durante mis noviazgos-, me ayudó a convertirme en esta mujer que acepta sus miedos, combate la bipolaridad y recobró el valor para vivir.

¡Gracias, gracias, gracias! A las amigas de verdad y a mis hermanas-amigas: ¡las llevo, siempre, en mi corazón!

CONTINUARÁ