María de los Ángeles González Ruiz. El Sireno  

 

María de los Ángeles González Ruiz. Estudió Licenciatura en Derecho en la UCC (Universidad Cristóbal Colón), en Veracruz. Ha tomado diferentes cursos y diplomados de Historia de México e Historia Universal. También ha participado en clubes y círculos de lectura.

Desde pequeña disfruta el deporte, en especial la carrera y las actividades acuáticas. Obtuvo certificaciones en Buceo Avanzado por parte de FMAS (Federación Mexicana de Actividades Subacuáticas), PADI (Professional Association of Diving Instructors) y SSI (Scuba Schools International). La Generalitat de Cataluña le otorgó el título de Patrón de Embarcaciones de Recreo. Además tomó un curso de Introducción a la Arqueología Submarina por NAS (Nautical Archaeology  Society-México).

Actualmente se adentra al mundo de la literatura en el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por el maestro Miguel Barroso Hernández.

 

El Sireno

 

Para tratarse del mes de octubre, era una tarde extremadamente calurosa. Alejandra, sin embargo, no dudó en tomar la correa de su fiel compañero Otto para llevarlo a su paseo diario por las tranquilas calles de Puerto Balís. Bajaron hasta el Club Náutico, donde el pequeño Terrier negro disfrutaba husmear entre las embarcaciones que, atracadas a los muelles, se mecían levemente.

Alejandra no pudo evitar recordar las incontables travesías en “El Sireno”. Aquel barco, con vela roja brillante, era el tesoro más grande de Antonio: su adorado padre. Juntos y a bordo del navío, a lo largo de casi 30 años, recorrieron la mayoría de los puertos y pueblos del Maresme y la Costa Brava: disfrutando amaneceres, tardes en calma y alguna que otra tormenta que les sorprendió en altamar. ¡Cuánta nostalgia! Resultaban enriquecedoras las conversaciones con su papá mientras, de repente, los acompañaban delfines o una bandada de pelícanos sobrevolándolos en perfecta sincronía. En una ocasión, hasta un tiburón los sorprendió al acercarse a “El Sireno”.

¿Y qué decir de las innumerables veladas en los puertos, compartiendo vino e historias con sus vecinos de muelle? Marineros consumados que recorrían el mundo, jóvenes parejas con sus niños pequeños, universitarios veraneando: todos, viviendo la experiencia de la navegación y la vida en el mar…

Alejandra necesitaba dejar plasmada la increíble experiencia de aquellos viajes. Siendo jovencita anotaba reflexiones y detalles importantes, de sus aventuras, en cuadernos. Intentó escribir un diario, pero primero la absorbió la universidad, luego las responsabilidades del hogar y, por último, la dedicación extrema a los hijos le hicieron perder el interés por la escritura. Ahora era viuda y sus hijos habían crecido. La inquietud y la idea de, ¿por qué no?, escribir un libro volvió a su cabeza.

Fue aquella tarde de octubre, frente al mar mediterráneo, cuando lo decidió. Tiró bruscamente de la correa de Otto y, para no hacerlo caminar tan rápido, terminó llevándolo en brazos. Le urgía regresar a casa, tomar una pluma, una hoja en blanco y escribir en letras mayúsculas el título: “Memorias del Mediterráneo”.