María de los Ángeles González Ruiz. Estudió Licenciatura en Derecho en la UCC (Universidad Cristóbal Colón), en Veracruz. Ha tomado diferentes cursos y diplomados de Historia de México e Historia Universal. También ha participado en clubes y círculos de lectura.
Desde pequeña disfruta el deporte, en especial la carrera y las actividades acuáticas. Obtuvo certificaciones en Buceo Avanzado por parte de FMAS (Federación Mexicana de Actividades Subacuáticas), PADI (Professional Association of Diving Instructors) y SSI (Scuba Schools International). La Generalitat de Cataluña le otorgó el título de Patrón de Embarcaciones de Recreo. Además tomó un curso de Introducción a la Arqueología Submarina por NAS (Nautical Archaeology Society — México).
Actualmente se adentra al mundo de la literatura en el Taller de Escritura Creativa Miró, dirigido por el maestro Miguel Barroso Hernández.
El cine
Hacía casi un mes que había comprado las entradas para asistir, con mis dos pequeños sobrinos, a la apertura de la sala de cine Oceanic. ¡Y, por fin, llegó el esperado viernes! Renata y Rodrigo corrieron ansiosos cuando me estacioné frente a su casa.
No tardamos mucho en llegar y entramos expectantes. Al abrirse las puertas de la sala, todos contuvimos el aliento: ¡no podíamos creerlo! Nos encontrábamos a la orilla del mar, en medio de la noche estrellada que iluminaba a varios barcos. Abordamos el nuestro, siguiendo las indicaciones del marino que nos condujo a una hilera de caracoles gigantes. Al tomar asiento en estas peculiares butacas, se escuchó la voz del capitán: “¿listos para zarpar?” El “sí” a coro de los niños inundó el recinto.
Navegamos hasta atracar en el muelle flotante, situado frente a la enorme pantalla. Al fondo, un arrecife de coral y gran cantidad de mantarrayas y peces de colores, nadando alrededor de las embarcaciones, completaban el escenario. Renata, Rodrigo y yo, al igual que los demás espectadores, estábamos maravillados cuando, de repente, subió al muelle una estrella de mar gigante y todos gritamos asustados.
—Solo quiero desearles que disfruten la película —dijo sonriente y agitando los cinco picos, como saludándonos, se zambulló en el agua. Las estrellas del cielo se apagaron, poco a poco, y en la pantalla, frente a nosotros, apareció el título de la película: “El Tesoro Perdido”.