Marcela Guadalupe Anaya Mares. Con la facilidad de quienes no necesitan batallar para inventarse historias, Marcela refleja en sus textos la vida y los sueños que la habitan. Con espontánea sencillez y valiéndose de las herramientas que proporciona la literatura, nos invita a reflexionar en torno a temas contemporáneos.
Marcela, es licenciada en Psicología Industrial y, aprovechando la experiencia de su profesión, ha decidido explorar el mundo del arte de la mano del maestro Miguel Barroso Hernández. Desde el Taller de Escritura Creativa Miró, gana la técnica y la habilidad para crear.
El amor no es así
Anoche escuché gritos y me asomé a la ventana.
-¡Es Vivian! ¡Ayúdanos comadre! –gritó tu papá y crucé la calle corriendo sin imaginar cuál era la urgencia y a qué se debía el alboroto.
Yacías en el suelo rompiendo la armonía de una hermosa habitación decorada de rosa y lavanda. Tu mamá lloraba a gritos. Allí tirada, la muerte se negaba a tomarte en sus brazos. Aún pálida, eras bella y nadie podía entender por qué casi dejas vacío aquel frasco de medicinas. Nuestro vecino doctor, te checó y pidió una ambulancia. Vi el papel en tus manos y lo tomé con discreción para evitar disgustos.
Era la carta donde te despedías de él. ¿Cómo una chica de 15 años puede pensar en suicidarse por amor?
“Cierro los ojos y apareces tras mis párpados. El corazón duele desde que no estás en mi vida. Primero me ilusionaste y luego te burlaste de mí. ¡Oh ingrato, sin ti prefiero morir!” –escribiste.
Con un nudo en la garganta, recordé al chico guapo de ojos azules que me presentaste como novio. Se llamaba Cristian y tenía 18 años. Formaban una linda pareja, porque tú, Vivían, eres una belleza de ojos verde esmeralda y cabello largo chino.
En la cama del hospital parecías un ángel y me ofrecí a cuidarte, para que mis compadres fueran con tus hermanitos que se quedaron bien asustados. ¡Ya no estabas en peligro! Entonces, te apapaché y me enteré de todo…
Enamorada, te entregaste a él. Creías vivir un sueño de amor, pero, de repente, Cristian cambió; ya no era tan amable contigo y se burlaba de ti… Un día hasta te golpeó…
-¡No mi niña! El maltrato es algo intolerable. Tú mereces respeto.
Me contaste, también, que quiso alejarte de los estudios. Él había dejado la Universidad y trataba de convencerte para que no asistieras a la escuela. Tus papás no estaban de acuerdo y le hablaron. Fue cuando se enojó y les dijo: “¿saben qué?, ahí les dejo a su nena malcriada”. Regresó con su exnovia y se olvidó de ti.
-Estaba decidida a morir, porque lo amo más que a mi propia vida –dijiste.
Sentí el dolor en cada palabra y te hice ver que los sueños se recomponen y que la luz del amor vuelve a brillar porque nada, ni nadie, nos la pueden apagar.
-Vivian, tú eres todo lo que necesitas ser. Confía en Dios y aprende que, antes de amar a otra persona, debes amarte a ti misma. Eres muy joven, la vida es hermosa y hay que disfrutarla.
Saqué la carta que había guardado en mi bolsillo y tomándote de la mano, salimos al patio del hospital.
-Quema este papel y los malos recuerdos desaparecerán–aseguré.
Un paciente que fumaba nos prestó su encendedor y la carta fue convirtiéndose en cenizas, hasta que desapareció de tus manos. Sonreíste con dulzura y, por fin, te sentiste libre.