Marcela Guadalupe Anaya Mares. Con la facilidad de quienes no necesitan batallar para inventarse historias, Marcela Guadalupe Anaya Mares refleja en sus textos la vida y los sueños que la habitan. Con espontánea sencillez y valiéndose de las herramientas que proporciona la literatura, nos invita a reflexionar en torno a temas contemporáneos.
Marcela, es licenciada en Psicología Industrial y, aprovechando la experiencia de su profesión, ha decidido explorar el mundo del arte de la mano del maestro Miguel Barroso Hernández. Desde el Taller de Escritura Creativa Miró, gana la técnica y la habilidad para crear.
¿Desigualdades?
Me llamo Camila y soy la jefa de personal en una prestigiosa empresa, de la zona industrial, dedicada a la fabricación de espejos y otros accesorios para autos, motos y camiones. La dueña es la señora Lupita quien, al percatarse de cómo había desigualdad de salarios y beneficios en el mundo laboral, decidió fundar un negocio bajo conceptos verdaderamente justos. Así, su planta cuenta con más de 2000 empleados y la mayoría de los puestos principales son ocupados por mujeres.
Dentro del reglamento, el cargo y sueldo dependen de la capacidad de la persona y no de su sexo.
No hay discriminación de ningún tipo.
“Despido inmediato por acoso sexual… Prohibido fumar… La limpieza absoluta del área de trabajo y el correcto uso del uniforme es un requisito incuestionable… El equipo de seguridad, al entrar a la planta, es forzoso… Horario de 9:00 am a 5:00 pm, de lunes a viernes… Obligatoria asistencia a los cursos de capacitación y motivación, un sábado al mes…”
Repasaba las cláusulas, cuando tocaron a la puerta de mi oficina:
-Señora Camila, por favor, quiero hablar con usted…
-¡Si, adelante…!
-Fíjese que escuché a una empleada llorando y me contó que el jefe de contabilidad le pidió favores sexuales; diciéndole que le podía dar bonos extras en las quincenas.
-¡Qué barbaridad!
Un acto tan mezquino era inadmisible. Junto a Lupita fui a interrogar al implicado:
-Señor Francisco, nos llegó un rumor y queremos ver qué pasa… –dije y le comuniqué la acusación.
-¡No, señora Camila…!¡No es verdad! –aseguró y dirigiéndose a Lupita expuso:
-Esa señorita se me insinúa constantemente y usted sabe que yo estoy casado y respeto a todas las empleadas.
-¡Muy bien! Vamos a investigar –sugirió la dueña.
Entrevisté a varias trabajadoras y confirmaron lo que Francisco había dicho. La muchacha mentía. Ella era la acosadora y dolida porque no le hacían caso inventó toda una historia quedando como la víctima.
Por supuesto, la despedimos y de alguna manera entendí que a veces los hombres también se pueden sentir intimidados. Recordé a Saúl, nuestro antiguo administrador, que había renunciado porque no soportaba que una señora lo mandara y tomara las decisiones. Y es que en nuestro país machista a veces les cuesta trabajo aceptar que una mujer sea la jefa; pero también hay mujeres como las de este cuento que se aprovechan de sus ventajas para hacer el mal.